jueves, 13 de enero de 2011

Dialéctica de la identidad en el capitalismo neoliberal colapsado.

Mph. Hermann Güendel

Resumen:
En este ensayo realizo una exploración de la configuración de las identidades humanas a partir de sentidos superestructurales específicos, considerando las particularidades del momento de crisis integral por el que atraviesa el capitalismo neoliberal colapsado, surgiendo desde esto una alternativa que se configura hoy como un proceso de resignificación

Abstract

Palabras clave
Identidad, sentidos, capitalismo

Kay words


La sociedad capitalista ha entrado en un periodo de aguda crisis que mas que económica resulta integral. Este periodo evidencia como ninguno antes que la solución a los conflictos que enfrenta el ser humano dentro de esta crisis solo tendrán una salida alternativa si se la piensa fuera de la visión de mundo y de la lógica deshumanizante del mercado, que se ha impuesto al espíritu humano para envilecerlo. Ante lo que le resulta decadente, el espíritu humano proclama su derecho de crear un nuevo horizonte de identidad. Hoy esto solo es posible fuera del capitalismo, pues dentro de él no hay ya una alternativa posible.
La conciencia despierta en un mundo no le ofrece ya satisfacción, posicionándose en rebeldía frente a una realidad histórica que ahora percibe como agotada. La rebeldía es un acto de osadía propio solo de aquellos que se atreven a ser libres. El ser humano solo asume su libertad cuando logra imponer su voz sobre la de quien fuese su antiguo amo, solo al lograr callar la voz de su pasado la conciencia comprende que “los derechos no se piden, se exigen, no se dan se arrebatan.” Cuando el espíritu humano desarrolla discurso crea su identidad.


1. La crisis del capitalismo y el sentido de ser.
Las crisis económicas de los Estados Unidos tienen históricamente una repercusión que se prolonga desde y hasta por cinco años sobre América latina, y si bien hoy podemos suponer, según lo proponen los especialistas, un efecto económico en algunos casos menor, es su inevitable impacto sobre la identidad del ser humano en la sociedad capitalista lo que resulta más importante. Debe esperarse que esta coyuntura de crisis tenga un profundo efecto sobre los sentidos de ser o identidades que existen y son comprensibles solo dentro de la sociedad capitalista en la medida en que estos se desmoronen, progresivamente, ante los ojos de miles de seres humanos que los asumieron al encontrar en ellos satisfacción. Este efecto se traduciría, como vivencia específica, en una orfandad de significados y realizaciones personales que terminaría destruyendo las identidades constituidas, y sin identidad nadie puede existir. Sin significado la existencia se vacía de valor, la importancia de ser se desvanece en la penumbra de no poseer identidad. Nadie puede apegarse a una existencia que carece de vida, y sólo puede llamarse vida a una existencia que posea significado. Poseer significado significa poseer identidad, pues asumimos alguna identidad para ser significativos para otros como parte de una comunidad, grupo, o clase reconocible.
Nuestras identidades son sentidos de ser vigentes en la región del mundo en que habitamos. Y si bien nadie crea en sentido estricto su identidad, la asume y enriquece según el brillo de su inteligencia…el hombre inteligente se distingue por ser diferente en la igualdad, no por ser indiferente a ella.
No se es algo en ausencia de otros, sino en comunidad con otros, en la mirada que despertamos en ellos se refleja el valor que poseemos para nosotros mismos; en la ausencia de otros intentamos sustituir la falta de su de compañía ¿Quién al estar sólo no ha recurrido a algo que disimule la soledad?
El mundo es la creación más elaborada del hombre, es la realidad humanizada al grado de hacerla habitable y significativa, o sea poseedora de sentido. Nuestro mundo está compuesto solo por aquello que tiene sentido, y con ello, donde los sentidos de ser que nos resultan vigentes poseen un significado comprensible para cualquiera que tenga la capacidad suficiente de forjarse una vida.
El problema de fondo, que ha sido generado por la avaricia especulativa de los grandes capitalistas y sus juegos transnacionales, consiste en una desarticulación del mundo que simultáneamente desarticula los sentidos de ser que existen dentro de él, con ello se impide la configuración de un horizonte esperanzador que permita al ser humano subsistir, pues nadie puede tolerar existir mucho tiempo sin esperanzas. Lo peor en el escenario actual de crisis capitalista es que no hay capacidad de favorecer la reconfiguración esperanzadora de un sentido de ser específico, porque cualquier alternatividad posible fue inhabilitada desde el discurso del fin del socialismo europeo.
En su colapso las diversas formas que posee el sentido de ser o identidad en la sociedad capitalista perderán su significado, no por la emergencia de un nuevo rango de identidades posibles, sino porque esas identidades vigentes se tornan incomprensibles. Así, ser algo no permitirá al individuo percibirse como un sujeto específico, sin su identidad se convertirá en un anónimo que deambula deprimido por una realidad que no le importa…como si fuera humo negro de ciudad que poco a poco se desvanece y solo sobrevive como grosera contaminación.

2. El retorno a una frágil certeza
Todos los seres humanos en algún momento de la historia somos o bien simples espectadores, o bien protagonistas; y si tal vez la caprichosa fortuna no nos coloque siempre en la posición de ser protagonistas significativos de la historia, si al menos nos permite ser espectadores de sus grandes momentos.
Hoy, en el verdadero inicio de la decadencia del capitalismo, la sociedad civil costarricense se escinde irreconciliablemente en dos regiones de conductas y valoraciones. Una de ellas es la que se abre a sí misma a la búsqueda de nuevos sentidos y, la otra, la que se encierra en sí misma guiada por la repugnancia a nuevos sentidos de ser que se crean en la sociedad, aforrándose desesperadamente a viejas definiciones sin vigencia. En nombre de la libertad unos cuantos esclavizan su dignidad. Es más bien esclavo el que pensándose libre está encadenado a la intolerancia, que aquel que encadenado por la intolerancia reclama respeto por su diversidad.
Se constituye así un macabro espectáculo de máscaras que pretenden ser rostros humanos, nos enfrentamos a una escisión de sentidos de la que la sociedad costarricense nunca se recuperará, pues se profundiza a cada momento hasta el punto de ser irreparable.
Es por esto que en el acto final del espectáculo, la intolerancia se enseñorea de libertad, legitimando la segregación de lo humano por medio de agruparlo en diversidades, en lugar de consolidar la unidad de diversidades al agruparlas en lo humano.
Con ello, mutis mutandis, nuestra conciencia y dignidad se ven desvirtuadas al impedirnos aceptar plenamente nuestro ser en la comunidad de las diferencias, pues solo somos capaces de dignificarnos por ser comunidad, no por ser individuos dentro de una sociedad.
La tolerancia deja de constituir un imperativo moral que nos permite sobrellevar la convivencia con los otros, progresivamente se vuelve ficticia y su capacidad de generar en nuestra alma disimulo se disuelve, dándose así lugar a formas diversas de violencia estructural dentro de relaciones civiles cotidianas, como la discriminación por razones sexuales, étnicas, generacionales, la xenofobia y el racismo.
Cuando los discursos de privatización y la eficiencia impuestos por el actor político-económico neoliberal redujeron al ser humano a un simple “homo oecomicus” cuyo sentido de ser radicaba solo en poseer competencias, la diversidad se volvió secundaria frente a la productividad. Las identidades particulares resultaron tan solo accesorias y como tales disimulables, no sin cierto grado de irónica y tolerante jocosidad. El disimulo no conlleva una aceptación, sino un desprecio que se prefiere ocultar.
En este momento la región superestructural de coherencia pierde la prioridad política de aglutinar a los hombres en torno a un sentido nacional de ser dentro del cual el sujeto forje su identidad como ser humano, como consecuencia la sociedad civil se dispersa en miles de sentidos fragmentados y de conductas amorfas irreconciliables; pero disimulables.
Las certezas y coherencias, es decir, toda la solidez del mundo, desaparecen así de nuestra conciencia, la realidad histórica ha muerto. Sin ellas los seres humanos quedamos reducidos a vivir la orfandad de sentidos.
Carente de solidez, no hay nada en la realidad histórica que nos comprometa a preservarla, pues no hay nada en ella que nos haga sentirnos orgullosos de algo, nada puede generarnos una pulsión en nuestra voluntad, no hay algo que nos sea significativo. Sin la voluntad del ser humano nada puede mantener su existencia.
El desconcierto de ser en una realidad histórica agotada obliga al espíritu humano a reinventarse lo hace por una ruta totalmente inesperada. Regresando sobre sus propios pasos el espíritu humano encierra su vida en un retorno a aquello en lo que confía conserve aún la fuerza suficiente para permitirle sobrevivir en su existencia. El sentido de ser del costarricense se reorganiza hoy lanzándose a un período de reencuentro con la vocación hacia lo divino bajo la ruta de la institucionalizada religiosidad oficial, resurgida como única alternativa a la disolución de lo histórico.
Al no alcanzar un sentido el espíritu humano busca un refugio, pretendiendo encontrarlo en formas de pensar y actuar que hoy resultan tan frágiles que no pueden satisfacer nuestras necesidades de certeza, pese a haber creado a lo largo de siglos un propio régimen de validez. El costarricense vuelve hoy al corral del pastor en el momento en que el pastor ha abandonado el corral. La capacidad de convocatoria de la Iglesia católica resurge con tal fuerza que sólo la desesperación del espíritu humano la puede explicar.

3. Sentidos y superestructuras.
Las superestructuras son las regiones de sentido de la realidad histórica. No sólo dan un marco único de coherencia entre lo político y civil bajo la forma de comportamiento cívico-cultural; sino que además dan un régimen sólido de certeza a los sentidos y valoraciones a la conducta individual que se asignan institucionalmente a la multiplicidad de los seres humanos.
La región superestructural atraviesa la existencia concreta del ser humano, la constituye y la delimita; toda conducta humana es superestructural por prosaica o sublime que pretendamos que esta sea.
Surgidas como una artificialidad administrativa ejercida sobre la existencia y la conciencia humana, las superestructuras sostienen la reducción del ejercicio del poder político, represivo y consensual, a un sector administrativo específico de funcionarios, y la separación de lo humano en distintas dimensiones de ejercicio y sentido, específicas cada una por sus alcances y posibilidades.
La sociedad política surge de la enajenación del poder que arrebatado al ser humano se le impone en su espíritu y la conducta, es la sociedad reducida a ser administrada, mientras que la sociedad política es la elevada la función administrativa, dos realidades históricas constituidas por los mismos seres humanos.
Dentro de estas dos realidades artificiales, el ejercicio del poder político se constituye desde una relación compleja de represión y el consenso entremezclados en un juego de prioridades cambiantes según las situaciones que la administración de la sociedad y la conducta del ser humano demuestren necesitar para mantener un régimen estable de gobernabilidad .
Esta reducción a lo administrativo transforma el poder en institución y discurso , la represión que es su manifestación primera, pasa ahora a ser secundaria y contingente; pero no por ello inexistente, sino más bien elevada a un rango distinto por el cual antes de aplastar al hombre se configura su conciencia, es decir se le asignan sentidos.
La ideología más que envenenar la inteligencia, constituye para ella un marco conceptual de valoración y acción de la conducta humana, de modo tal que el sujeto dentro de la realidad histórica tenga un criterio sólido de coherencia conductual e identidad política que lo compromete con su “nacionalidad”. Tanto como no hay realidad histórica sin el ser humano, no hay coherencia social sin el compromiso de la conciencia humana.
Las superestructuras “no son más reales en la región de la sociedad política que lo que son en la región de la sociedad civil” ; constituidas por medio de la configuración intencional la sociedad política y civil son funcionalmente coherentes para la constitución de un bloque único de identidad, pues es por medio de ellas que se configura y consolidad un perfil de sociabilidad humana en el que induce al individuo a conductas institucionalizadas, de un modo tan efectivo que no se requiere que se le censure; sino que se censura para “no provocarse vergüenza al verse a sí mismo en su intimidad” .
A partir de las superestructuras dentro de la sociedad civil se constituyen sentidos conductuales, privados y públicos, en los cuales el sujeto concreto no sólo cobra identidad histórica, sino que además, acepta y reformula su libertad bajo la forma de sometimiento cívico, reduciendo su sentido de ser al rango de ser ciudadano. Si la libertad del ser humano sólo puede estar limitada por su dignidad, la libertad del ciudadano sólo puede existir limitada por la del ser humano.
Someterse a la limitación de lo institucionalizado y sus discursos, lleva al sujeto cívico-político, o ciudadano a una situación que, ya sea moral, intelectual, existencial o sexual, se vuelve insoportable desde su condición real ser humano, un contrasentido irreparable a no ser que esta sea validada por un sentido consolidado, las superestructuras constituyen y consolidan este sentido donde la coherencia funcional entre lo político y lo civil da un terreno sólido a la cotidianidad humana. Las identidades o sentidos de ser son artificialidades superestructurales.
El mal manejo de los discursos, sus alcances, así como de las instituciones que los respaldan provocan que la región superestructural pierda su capacidad de dar sentido, solo esto puede explicar que la sociedad civil se divida en regiones opuestas e irreconciliables de sentidos y conductas, que resultan, desde ambos lados, manifestación de la incoherencia del otro lado, produciéndose así una desarticulación superestructual.
Los sentidos de ser que se asignan las superestructuras no son afirmaciones, sino negaciones que han creado su propio régimen de validez, no deben ser formalmente cuestionables, esta es una particularidad del presente contexto socio-económico.
El espíritu humano confinado a los límites reducidos del sentido de ser superestructural solo debe pensar su dignidad dentro de los alcances valorativos y conductuales asignados superestructuralmente a ese sentido. Envilecidos por ello, nuestra expectativa de libertad desemboca en un dilema moral, el de no poder aceptar en lo publico lo que somos en lo privado.
Nuestra conciencia reclama entonces refugio, corre a los viejos sentidos pretendiéndolos aún sólidos pues se percibe a sí misma como perdiendo su dignidad. Sin embargo aquellos sentidos tradicionales de ser, con alcances determinados tanto morales, sexuales, espirituales, culturales y políticos, no tienen ya la solidez que se logra al ampararse en su propio régimen, no porque no se amparen en él, sino porque ese ha perdido su capacidad de aglutinar conciencias diversas entorno a un único sentido, su capacidad de crear consenso se ve limitada por la perdida de su identidad material histórica.
El dilema moral en el que la crisis del capitalismo ha concluido nos lleva a vaciar la existencia del placer de la vida, nos refugiamos con desesperada ingenuidad en identidades y credos, en el momento en que han perdido su fuerza, pues no son hoy sino viejas ilusiones. Su otrora certeza se desvanece dejando a la conciencia sin horizontes, y sin ellos no puede comprometerse consigo misma.
Así, el problema mas importante que ha emergido del escenario de crisis estructural capitalista es su efecto sobre los sentidos de ser o identidades particulares existentes dentro de esta sociedad.
Al distorsionarse esta, rápidamente tiende a hacer incomprensibles las identidades que se articularon como poseedores de significado dentro de ella, como consecuencia se coloca al ser humano en una situación dispersión de sentidos que no nos permite reorganizar esperanzadoramente nuestra existencia, se trata así de una desarticulación superestructural que tiende a agravar la situación material humana al restarle sentido asignable a la existencia concreta y situacional.
La desarticulación progresiva del capitalismo provoca que la región de las superestructuras se enrarezca en sentidos incoherentes, produciendo una diversificación de los significados que se asignan a los sentidos existentes, por ello es que hoy ni la responsabilidad, la libertad, la felicidad significan lo mismo que hace unos años.
Al producirse una desarticulación superestructural la conciencia se pervierte a tal grado que la posibilidad de gestar un rango mínimo de coherencia entre lo conductual y lo intelectual se torna imposible, con ello la realidad histórica no se logra como región comprensible, pues es en el ámbito coherencia conductual e intelectual donde el sujeto cobra conciencia de su identidad.
El ser humano no puede comprometerse con una realidad si esta se torna incompresible. La antigua realidad histórica, tan segura como comprensible, sin alternativas que la rivalicen, ha muerto, la crisis del capitalismo se extiende con rapidez mas allá de lo económico.
Transformada la realidad histórica en realidad social, el sometimiento a una configuración intencional por medio del ejercicio de relaciones de poder e rompe, lo social se diversifica entonces en regiones civiles contrapuestas de sentidos de ser o identidades específicas.
Hoy las identidades se dispersan en significados fragmentados, provocando que la cohesión social configurada superestructuralmente por medio de inducción conductas institucionalizadas, desaparezca, así los valores que dignifican al ser humano se hacen imposibles.
Las fronteras de delimitacion estricta de vicios y virtudes se volatilizan, los imperativos morales se tornan frágiles, la responsabilidad no es ya una exigencia personal; sino una exigencia de otros que ha de ser vehemente, o de lo contrario el individuo se refugia en la impostura de un simple: “no me acuerdo haber dicho eso”.
En la dialéctica actual de la historia, el efecto desarticulador de la crisis sobre el individuo potencia la desarticulación de la sociedad, la crisis estructural se transforma en superestructural y se visibiliza como institucional, volviéndose entonces crisis integral de la sociedad capitalista.
La institución no puede institucionalizar la conciencia, la conducta se torna incoherente y finalmente pervierte al individuo que conductualmente articula su existencia dentro de una practica indiferenciadora de vicios y virtudes, el ser humano renuncia entonces a la planificación de su futuro para vivir tan solo el presente, la felicidad se torna situacional y transitoria, pues es incapaz de reconocerse como satisfecho con la realidad que vive. La podredumbre del cadáver capitalista ha contaminado la dignidad del ser humano.

4. Sentidos y alternativas
En este momento la posibilidad de retomar, dentro de la sociedad capitalista y su ámbito de definiciones superestructurales de sentido, el poder de reconfigurar la vida ya es imposible, la lógica del capitalismo ha contaminado la conciencia con un discurso donde la necesidad material supera a los ideales, sin lograr entender que cuando un hombre encuentra en sus ideales el ámbito de su identidad, esos le resultan más necesarios que el dinero, la propiedad o el mercado, tanto que, para él, nada tendrá más fuerza que una idea por la que vale la pena entregar su vida.
Los sueños presentes de un futuro promisorio que solo pueden tener los hombres despiertos, no tienen la fuerza suficiente para agitar la conciencia y obligarla a crear nuevos sentidos que se consoliden como identidades que no necesitan de justificación para ser vividos.
Se impone la rebeldía más como un berrinche que como acto de sensatez, las alternativas de sentido en la sociedad capitalista actual son solo actitudes fruto de la sensibilidad hacia la época, no de una crítica contra la sociedad que provocaba esa época. Por su origen, los diversos sentidos alternativos de ser, desde los emos hasta los góticos, que existen en la sociedad capitalista actual son tan solo modos de ser que no pueden ser consolidados.
Como efecto de la dialéctica vivencial generada por la crisis integral de la sociedad capitalista, aquellos que se atreven a asumir su vida se condenan a renunciar a ella en favor de la existencia, su espíritu tiende a refugiarse, fracasado, en la tradición.
¿Qué pasará cuando su validez desaparezca crudamente ante los ojos de aquellos que aún tienen la esperanza de encontrar refugio en esos antiguos sentidos?
¿Habrá acaso un nuevo periodo de experimentación? Me declaro derrotado por el pesimismo, ni tan siquiera capaz de soñarlo. Una experimentación con nuevos sentidos ser, lejos de crear una identidad consolidable, solo logrará crear un conjunto de actitudes que requerirán de justificaciones para sustentar modos de actuar y valorar, nunca un sentido de ser que se sustentara en sí mismo, solo alcanzarán a ser pseudo- identidades imposturales.
Estas imposturas al no poder consolidarse de modo estricto, perderán su carácter de alternativa y se reducirán solo a un subterfugio de simulación.
Así, al final, el esfuerzo humano de crear nuevos sentidos mas que reorganizar el ser social, solo pone en evidencia la insuficiencia de los sentidos superestructurales tradicionales para abordar la emergencia de diversas regiones de actuar y pensar del ser humano, invisibilizadas a lo largo de los años por la moral, la política, la cultura y la religión, pero poseedoras de presencia por ser profundamente humanas.
Estas formas de ser emergen por descuido en el manejo político de la conciencia y la conducta en una época que es por sí misma conflictiva .
El despertar rebelde de una conciencia que se abre a las alternativas cae en desesperación, la crisis del capitalismo se transforma en crisis de incertidumbre sobre la existencia, lo nuevo ya no es alternativo, y lo alternativo ya no es por si mismo revolucionario, lo revolucionario es ahora lo que logre su consolidación como sentido de ser en lo social.
Ningún nuevo sentido tiene la fuerza suficiente para ser consolidado, ninguna posibilidad logra ser un sentido que no requiera de justificación alguna para existir.
La desarticulación progresiva del capitalismo ha afectado el régimen de certezas en el que se apoyaba el sentido superestructural tradicional del ser social, este régimen pierde así su capacidad de constituir consenso, y por ello capacidad de consolidar nuevos sentidos.
No hay alternatividad posible que renueve la esperanza de vivir, pues lo alternativo para ser significativo debe recorrer la ruta de lo superestructural para consolidarse.
Todo sentido alternativo de ser al que la conciencia pueda aventurarse a crear como salida a la crisis integral del capitalismo se enfrenta a su incapacidad superestructual de configurar consenso, en este escenario el espíritu se enfrenta derrotado a la incertidumbre, pues la esperanza de lo alternativo hace tiempo dejó de existir.
En el momento más absurdo de su existencia la conciencia se da cuenta de que su búsqueda de dignidad en el capitalismo la deforma y por fin la esfuma al no concretar un horizonte.
Si la dignificación propuesta no se concreta en dignidad cotidiana solo se logra enfrentar al ser humano a una absoluta carencia de certezas que le impide aferrarse a un modo de existencia que carece de vida, el ser se reduce tan solo a un frágil modo impostural, tan frágil que requiere de justificación para poder ser vivido.
La crisis de sentidos en el capitalismo se traduce en disyuntiva vivencial, de un lado, o la conciencia reencuentra dentro del capitalismo un sentido de ser sólido (lo cual creo que e imposible) o, del otro, se apega al subterfugio de simular su alternativa impostural de ser está consolidada. En ambos casos concluirá en un vil engaño que solo la condenara a la desesperación y depresión, pues en el capitalismo no hay ya salida dignificadora al ser humano.
El ser humano no tiene ya ni la voluntad, ni la vocación para recrear su existir en el capitalismo, la sensibilidad que ha dejado atrás el fracaso del sentido de su existir deja el sin sabor de que no vale la pena intentar encontrar un camino para vivir, con su desarticulación el capitalismo desarticula las posibilidades de crear dentro de él esperanzas.
Lo posible no sostiene el valor de la vida, el ser humano no puede permanecer por siempre en disyuntiva, la realidad actual capitalista es una realidad de decepciones.
La necesidad de sentido lleva así al ser humano a refugiarse en lo antiguo, pero del viejo sentido de ser social que no afirmaba sino que negaba por la fuerza de su propio régimen de validez, sólo permanece el sentido religioso tradicional católico. La Iglesia católica se encuentra así con una renovada capacidad de convocatoria no por mérito propio, sino por necesidad del ser humano.
Una iglesia que no tiene la capacidad de abrirse a afirmaciones de la diversificación de lo humano, pero si tiene la capacidad de reafirmar sus negaciones, lleva a la existencia al riesgo de enfrentar toda la diversidad humana visibilizada a una recensura con fuerza ampliada, el derecho a sexualidad placentera, a la redefinición de la familia, de la vida, de la compañía, y de la identidad quedarían eliminados.

5. La creación del socialismo como nuevo sentido de ser.
En el contexto de crisis integral del capitalismo solo el tema ético-político de la dignificación del ser humano constituye una alternativa de sentido comprensible frente a la desarticulación que las identidades han sufrido como efecto de ella. Lo ético no resuelve la crisis de capitalismo, sino que plantea una reivindicación integral alternativa como solución a la degradación del valor del ser humano y su identidad.
En la condición de homo oeconomicus, a la que lo ha reducido el capitalismo, la persona solo resulta ser perceptible como portadora de imágenes, no como sujeto significativo; por el contrario en la alternatividad, el ser humano es significador de realidades y significativo dentro de ellas, es un creador de mundos que en el encuentro con otros, al momento de hacer de lo real un lugar habitable para todos, cambia su alma al cambiar su realidad, se enaltece su singularidad al entenderla como significativa dentro de la colectividad co-gestora de significados.
En un contexto donde las identidades superestructurales han muerto, dejando a los hombres en orfandad de sentidos, solo la reasignación de significados y su consolidación como nueva región de realidad compuesto tan solo por lo que tiene sentido, yo le llamo el mundo, logra abrirle al ser humano la posibilidad de volver a ser alguien.
El fin de una época ha dado lugar al surgimiento de una nueva, la crisis integral del capitalismo ha precipitado la creación de un nueva realidad histórica; en esta, que ha de ser la del humanismo absoluto de la historia, la constitución de un nuevo tipo de mundo convierte al ser humano en actor fundamental, centro y sujeto configurante de la nueva realidad histórica, que al ser de este modo integralmente dignificadora, resulta ser alternativa al capitalismo…socialista.
El socialismo surge como propuesta de colectivos que se materializa a través actividad de grupos, su consolidación solo es posible si la sociedad civil se convierte en un sujeto histórico colectivo compuesto por múltiples actores políticos guiados por una utopía común, coherentizadora y encauzadora de la voluntad y la pasión humana. No se pude hacer política sin pasión, ni lograr metas sin voluntad.
El socialismo llego a América Latina por sus puertos, se trató en principio de un discurso que formaba parte de una identidad de inmigrantes que rápidamente dio lugar a identificación de seres humanos, así desde su aparición el ideario socialista crea en América latina un contexto de dignificación que es hoy más comprensible y necesario que nunca, pues nuestra realidad requiere centralizar lo social en torno a la dignificación del ser humano y en eso es lo que consiste el socialismo. El socialismo es una alternativa moral elevada a rango de política, donde la voluntad y la conciencia del sujeto dan lugar a una voluntad consciente de dignificación.
No se construye como resultado de múltiples experimentos, sino como resultado de los aciertos del espíritu humano que lo son precisamente porque su alternatividad surge del reconocimiento de la insuficiencia integral de su presente y la necesidad humana de cambiarlo.
Pero, en el caso de América no existirá nunca un único horizonte de sociedad socialista, sino tantos posibles como necesidades de dignificación se presenten para el ser humano concreto dentro de cada realidad nacional. Una Latinoamérica socialista, estará constituida por múltiples socialismos, cada uno constitutivo de una alternativa histórica reivindicatoria de identidades, géneros, culturas y ecosistemas, que en común tendrán su abierta oposición a los mecanismos deshumanizantes del capitalismo.

6. El inicio por el final
El problema mas importante que ha emergido del escenario de crisis económica es su efecto sobre los sentidos de ser o identidades particulares que existen dentro de la sociedad capitalista; progresivamente estos se tornan incomprensibles al no poderse encontrar satisfacción en ellos, y al lado de esto se presenta la incapacidad de favorecer la reconfiguración esperanzadora de un sentido específico, porque tanto las posibilidades de alternatividad fueron deshabilitadas desde los años 90, como hoy la posibilidades de consolidación superestructural de alternativas son nulas.
Sin identidad el ser humano no es más que un alguien que en el anonimato deambula deprimido por una realidad que no le importa. No se es algo en ausencia de otros, sino en la comunidad con ellos; en la mirada que despertamos en los otros, se refleja el valor que poseemos para nosotros mismos.
Hoy una experimentación con nuevos sentidos de ser, pese a la riqueza de posibilidades que favorece, solo puede aspirar a abrir modos de ser, nunca identidades sólidas. Una identidad sólida esta constituida por un rango de conductas diferenciables que no requieren de justificación porque se sostienen en sí mismas; por ello es que solo puede referirse a cualquier sentidos alternativos de ser como proto-identidad, la que al no consolidarse perderá su alcance innovador reduciéndose solo a subterfugios de simulación de consolidaciones inalcanzadas. Lo alternativo no es por si mismas si revolucionario, lo revolucionario es su consolidación.
El esfuerzo humano de crear nuevas identidades solo puso en evidencia la insuficiencia de los sentidos de ser tradicionales para abordar la emergencia de la diversidad de lo humano, con ello toda identidad posible se reduce a un modo de existencia que requiere de justificación. En la sociedad capitalista al perderse la capacidad de constituir consenso se pierde la capacidad de consolidar nuevos sentidos de ser.
Como consecuencia de ello nos encontramos ante la necesidad de encontrar un sentido sólido de ser en el momento donde las identidades vigentes se vuelven incomprensibles, una situación de dispersión en la cual las proto-identidades alternativas, no nos permiten reorganizar esperanzadoramente nuestra existencia por constituir tan solo subterfugios de simulación que, como vil autoengaño, condenan al ser humano a la desesperación y depresión.
La diversidad humana se verá obligada a volver a clóset del que en realidad nunca salió, tan solo simuló salir. “El destino guía al que lo acepta, al que no lo arrastra” .
Hoy solo puede hablarse de dignificación del ser humano dentro del capitalismo desde un discurso que reubica la vida fuera de él, los viejos fantasma vuelven a hacerse carne y con mayor fuerza aun, pues a la utopía le ha llegado su momento. El final de la historia se transforma en el inicio de una época, se ha iniciado la época del humanismo absoluto de la historia.

7. Sujeto, individuo y, colectividad.

Durante siglos el imaginario capitalista, tan liberal como cristiano, ha provocado continua presencia en nuestra conciencia de una imagen pervertida de lo que seria el verdadero valor del ser humano como sujeto; extrayéndolo de una comunidad identitaria se ha visto nuestra conciencia acostumbrada a tratar de modo irreflexivo a la identidad del sujeto como individualidad.
La identidad alternativiza el miedo a la burda existencia, miedo que se origina en el vacío de una existencia que carece de vida, o sea de satisfacción permanente. Lo extraordinario es que la posibilidad de crearnos una vida sólo es posible en el contacto con los otros, la comunidad es el ámbito de realización del sujeto y con ello de comprensión de la identidad.
La identidad vale como medio para ser algo ante otros, ese ser algo nos saca del anonimato transformándonos en alguien que establece condiciones de contacto; la identidad se configura para entrar en una comunidad como un sujeto y se entra en ella para evitar la soledad que tarde o temprano nos aterroriza.
Frente a ello, la individualidad es una singularidad pervertida, su significado carece de referencia a la permanente situación de relación con otros dentro de la que existimos, así pues no es comprensible como una identidad efectiva, pues la identidad efectiva sólo comprensible como relacional o comunitaria. Sin embargo, en el marco de crisis integral del capitalismo, no es ya mas en la simple comunidad estructurada o sea poseedora de un régimen de sentidos definido, sino en la colectividad donde la vida readquiere sentido y el sujeto recrea su identidad.
Una colectividad es una comunidad que crea sentidos, es por ello una “comunidad” diferenciada o sea cogestora de identidades. Esto significa que dentro de una comunidad no estructurada o recientemente visibilizada, ya sea de genero, clase o, preferencia sexual, se configura un nuevo régimen superestructural identitario que es asumido de un modo sintético por la inteligencia de un sujeto que adquiere su significado como singularidad en relación con los otros dentro de esa colectividad.
Así, la identidad es el fruto de la inteligencia de aquellos que son capaces de crearse una vida; no surge de la excentricidad, sino de la capacidad de sintetizar alternativas de sentido posible en un modo consolidado de ser, reconocible como tal, dentro de la colectividad significadora a la que se pertenece.
Esta identidad esta constituida por sentidos de ser específicos que en su conjunto, coherente o no, configuran una región superestructural donde la diversidad se reconoce como realidad humana comprensible.
Entonces, la identidad que se estructura dentro de la colectividad es comprensible dentro de ella de un modo coherente con las posibilidades de sentido que ofrece realizar en la cotidianidad de las relaciones íntimas y filiales que contraemos los sujetos. Por ello es que esa identidad comprensible dentro de una colectividad resulta incomprensible para otra, o bien para los sujetos de una comunidad estructurada desde el régimen tradicional de significados o sentidos de ser. En el mas risible de los casos, es de esperar que sea incomprensible para otra colectividad estructurante que es igualmente incomprendida, a final esto es lo que de modo sencillo observamos en la mordaz ironía a la que someten jóvenes de una comunidad específica a los de otra, bien de los “hombres” de la comunidad heterosexual a los de la colectividad gay.
En realidad en el amanecer de una nueva época, la del humanismo absoluto de la historia, la utopía es más posible que la realidad histórica constituida.

8. Colectividad y resignificación del sujeto.
El ocaso de una época da lugar al amanecer de otra nueva. Tras décadas de neoliberalismo se levanta, en la historia, la reivindicación de la dignidad humana que había sido enturbiada por el efecto integral que aquella ideología tuvo sobre la diversidad de conductas, regiones e instituciones sociales fundamentales.
En el seno de una crisis profunda de la sociedad capitalista neoliberal, las regiones superestructurales e institucionales fundamentales se han debilitado al no contar ahora con la misma capacidad de convocatoria que tuvieron en otro momento, no porque hayan perdido su función, sino su significado. No representan por ello un ejercicio de poder capaz de convocar y apasionar el espíritu humano. Como si se tratara de un efecto en cadena, las comunidades tradicionales configuradas dentro de ese régimen superestructural-institucional pierden su eficacia material, pues la convivencia dentro de ellas se sostenía en sentidos superestructurales mas que vivenciales.
Cuando la región superestructural identitaria se debilita y desarticula, las comunidades estructuradas dentro de ese escenario, que fue aparencialmente sólido, entran en crisis, ya que se anula materialmente la posibilidad de comprender el sentido de la convivencia y del sujeto dentro de ellas. La identidad se torna así incomprensible, disolviendo la significación del sujeto dentro de la cual adquirió sentido como ser humano. El hombre se divorcia de la comunidad desmotivándose de los asuntos que se presentan dentro de ella.
A través de la irrupción de esa ausencia de voluntad humana, se potencia la imposibilidad de que las comunidades estructuradas constituyan espacios de dignificación de la vida, reduciéndose a reductos de simulación donde sobrevivir es solo existir, entonces aquel que era sujeto se consume en la amargura de encontrase vaciado de identidad. Sin comunidad identitaria, las comunidades físicas se vuelven desiertos poblados por anónimos deambulantes que se perciben sólo como criaturas amenazantes; en ese momento, el que era alguien reconocible se transforma en un anónimo, que sin más opción se encierra en la prisión de su casa, escapando de ella solo por medio del alcohol y la pornografía. Su existencia se pervierte ahora con soledad.
Cada vez con más osadía los seres humanos, antes invisibilizados, se reivindican recobrándose como sujetos y, con la fuerza de aquel que se atreve a ser libre, se atreven a soñar el sueño de los hombres despiertos; la conciencia se despoja de ataduras, se forja ideales y utopías, se apasiona y se hace voluntad de dignificación.
En el amanecer de una nueva época, el ser humano reconstruye su vida en la colectividad, ya que encuentra en ella un espacio alternativo de convivencia que, a través de sentidos vivenciales, es capaz de permitirle configurar una nueva identidad satisfactoria por ser significativa dentro de un nuevo ámbito de aceptación de su diversidad. El que fue reducido a “algo”, demostrándose a sí mismo poseedor de la inteligencia suficiente para forjarse una vida, retoma su dignidad como sujeto configurando su reivindicación a través de la cogestión de sentidos.
Hoy solo en la colectividad la vida readquiere sentido y el sujeto recrea su identidad, pues solo dentro de ella la diversidad humana resiste su negación tradicional, dignificándose al visibilizarse, el ser humano regresa a lo social como un sujeto.
La reorganización de la identidad significativa se da entonces dentro de un rango de relaciones de cogestión, en las que la individualidad emergida de la institucionalidad capitalista desaparece, dando lugar a un nuevo escenario de relaciones intimas y filiales en las que nuestra participación no se estructura egocéntricamente…al fin la convivencia es el ámbito de comprensión de la identidad y realización del sujeto.
9. Colectividad y descentralización.

Una nueva época de la historia se ha iniciado con la reivindicación integral de la dignidad humana. Las regiones superestructurales e institucionales fundamentales de la sociedad capitalista se han debilitado, no cuentan con la misma capacidad de convocatoria que tuvieron en otro momento, no porque hayan perdido su función, sino su significado. Ya no son capaces de convocar y apasionar el espíritu humano.
Cuando la región superestructural se desarticula, las comunidades estructuradas dentro de ese escenario entran en crisis, pues no nos es posible comprender el sentido de convivir en ellas. Sin comunidad identitaria, la comunidad física se vuelve un desierto poblado por anónimos.
La crisis integral del capitalismo ha reducido el mundo a realidad de incertidumbres. Dentro de ella solo aquel que posee la inteligencia suficiente para forjarse una vida retoma su dignidad a través de la cogestión de sentidos en una colectividad. Recreando la identidad la vida readquiere sentido.
En la convivencia dentro de la colectividad se redimensionan las posibilidades de significación del sujeto, pues la relación con otros se constituye en ámbito de realización y comprensión de la diversidad. Desde las ruinas de la sobrevivencia se abre paso la posibilidad de la vida.
La riqueza de la realidad esta en presentar alcances inesperados, al reconfigurarse la identidad por medio de esa cogestión se descentralizan las relaciones generales de socialización, ya que estas se mantienen vigentes por medio de centralizaciones de la conciencia y la voluntad entorno a definiciones superestructurales de sentido, que resultan ahora estar siendo alternativizadas.
Se descentralizan entonces las definiciones o sentidos de ser, no por desaparición de superestructuras; sino por su desplazamiento resultado de la emergencia de prácticas de diversidad visibilizada. La realidad no es mas una región homogénea, sino una diversidad de regiones relacionables, la ontología del mundo y del ser humano han cambiando, tanto como la moral y la forma de participar políticamente de la sociedad. Nos dirigimos a la configuración integral de un nuevo tipo de sociedad, la utopia se ha hecho más posible que la realidad histórica constituida.
Hoy por hoy tiene sentido pensar en una sociedad que mantenga la productividad capitalista superando las distorsiones humanas generadas por asimetrías en la posesión de capital, la distribución de bienes y la destrucción del medio ambiente.
En la época del humanismo absoluto de la historia, los híbridos económico-políticos son realizables por ser compresibles para la conciencia y la voluntad de dignificación humana. El mercado puede regularse por restricciones ético-políticas elevadas a marcos jurídicos, el ser humano puede ser colocado en el centro del crecimiento económico y el bienestar material integral. La alternativa socialista adquiere un nuevo contenido.
Nos encontramos ante la reconstitución de la sociedad civil, compuesta ya no por un sujeto cívico específico, sino por diversidad de sujetos histórico-políticos poseedores de multiplicidad de intereses e iniciativas que ejercen presión política regulativa; pero descentralizada.
Hoy la utopia socialista de centralizar lo social entorno al ser humano es materializable por medio de una descentralización del ejercicio de relaciones de convivencia e identidad, nos movemos hacia una regulación descentralizada de la sociedad, capaz de promover la dignificación humana.
Lo social pasa entonces a estar constituido por multiplicidad de espacios de significación real del sujeto; no hay ya posibilidades de que el capitalismo mantenga vigentes sus mecanismos de exclusión e invisibilización denigrante.
La historia se abre a una abundancia de posibilidades conductuales que no requieren consolidación superestructural, pues son parte estructural de espacios de convivencia social descentralizada, se trata de formas de vivir que crean su propia valoración, y no de valoraciones que crean su propia forma de sobrevivir. Ya nada puede enturbiar la vida de los que tenemos la osadía de ser libres, diferentes..utopistas.
Universidad Nacional de Costa Rica,
Heredia. 2009

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1 comentario:

  1. Hola

    Hace mucho tiempo me encontré con Nicola Abbagnano 1939 La estructura de la existencia y encontré tan fascinante un pasaje que me ha acompañado el resto de mi vida. Sin embargo no he conseguido ese libro por ninguna parte en ningún idioma (castellano, inglés o italiano). ¿Tienes idea de donde conseguirlo? En particular me interesa la metáfora de la vida como un misterioso libro que vamos descubriendo.

    Te agradecería infinitamente cualquier información al respecto

    Saludos,

    Carlos

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