sábado, 16 de julio de 2011

Aproximación al aporte de José Carlos Mariátegui a la construcción del socialismo latinoamericano.

Aproximación al aporte de José Carlos Mariátegui
a la construcción del socialismo latinoamericano.

Hermann Güendel

Resumen:
Exploro en este ensayo las posibilidades de enunciar una forma latinoamericana de configurar una propuesta de alternatividad socialista, la cual se sustenta en la constitución de una categoría de reconocimiento de condiciones y sujetos específicos, por ello el carácter regionalista, fragmentado y descentralizado que observamos en múltiples propuestas, tanto las más tempranas como las más recientes, sobre la construcción del socialismo en el Abya yala.
He tomado en este caso particular el análisis de las propuestas de José Carlos Mariátegui, a autor socialista de mi predilección, al considerarlo como el primer teórico de la construcción del socialismo latinoamericanizado.


“La historia la hacen los hombres
poseídos e iluminados por una creencia
superior, por una esperanza.”

José Carlos Mariátegui

1. Socialismo y dignificación en América Latina
El socialismo latinoamericano tiene desde sus primeras formulaciones, hacia 1845, un carácter ético-político reivindicativo e identitario. Este énfasis particular en las reivindicaciones materiales, culturales, e identitarias de la diversidad de seres humanos hace de él, un socialismo diversificado y descentralizado, profundamente diferenciable de las condiciones que la racionalidad eurocéntrica han configurado como aspecto categorial de la práctica-teoría organizativa del pensamiento alternativo en el Abya Yala.
En el desarrollo del socialismo latinoamericano el énfasis principal se ha colocado en la reforma social, más que en la transformación integral o radical de las condiciones materiales y simbólicas de vida.
El socialismo latinoamericano no se escribe en relaciones de ruptura y a temporalidades, sino más bien se configura en relaciones de operatividad histórica . El tema maximalista e insurreccional sólo aparecerá en el discurso del socialismo latinoamericano hasta la década de los 50 del siglo XX tras el derrocamiento de la experiencia del régimen en Guatemala de Arévalo y Arbenz.
El socialismo latinoamericano es pues un proyecto ético que se transforma en político, el cual recoge, para su estructuración, las diversas tradiciones de aquel socialismo europeo que surgió, históricamente, como alternativa de organización social correctiva.
El socialismo bloqueo fue un programa de reformas máximas en salubridad, educación, moral y trabajo. Ese programa máximo respondió a las asimetrías sociales y humanas existentes dentro del capitalismo europeo del siglo 19, las que afectando las relaciones humanas cotidianas generaban perversiones materiales y simbólicas al valor del ser humano dignificado, colocado en el centro de la realidad por el pensamiento filosófico Jus-naturalista y contractualista renacentista.
De este modo las primeras formas de discurso socialista europeo giraron en torno a una organización de la cotidianidad como mecanismo para recolocar al ser humano en la posición centro de significados y realidades, que implicaba aquella antropología del siglo 16 en la que el ser humano era “constructor de ciudades”.
Por ello que el socialismo europeo apareció primero como tema intelectual de alcance moral. Por ello el socialismo europeo fue en principio un fenómeno intelectual cuyos primero representantes fueron literatos, teólogos, juristas y filósofos que reaccionaban ante el progresivo desplazamiento del ser humano a una posición secundaria, según el avance que lograba la consolidación del capitalismo europeo, cuya antropología, aún no enunciada, trataba, en la práctica, al ser humano como un simple agente económico individual.
De esa manera las primeras formas de discurso socialista, hegemónicas hasta 1870, se concentran en una nueva moral, accesibilidad a la educación, a la salud, a la alimentación, ya nuevas formas de convivencia comunitaria y dependencia de la propiedad.
El socialismo es la respuesta reivindicativa de la inteligencia humana a las asimetrías que se acentúan por el proceso de acumulación originaria del capital desde el siglo 16. De esta forma el socialismo que América latina recupera, es una enunciación de lateralidades, cuya compresibilidad responde tanto a la profundización de las exclusiones y asimetrías que Europa padece desde edad media, como la tradición de la filosofía renacentista, particularmente las de Bodin, Groccio y Althusio.
Si bien es cierto que las primeras enunciaciones de este discurso socialista serán denominadas utopías, y sólo después de 1832 como socialistas, no puede caber la menor duda de que ya en el pensamiento utópico se encuentra el germen del ideal de dignificación que constituye la categoría distintiva del socialismo.
El socialismo no nace de la revolución francesa, como lo plantea en su libro sobre el tema Emilio Durkhein. Ya antes de ese proceso existe un discurso socialista identificable, que encontrara, luego de1789, una condición de expansión de su agenda, pero relacionado más la dinámica de transformación son las relaciones políticas que se abren con esta revolución, que a la diversidad de programas políticos que coexisten en aquel proceso.
Más importante que la misma revolución francesa será, para la estructuración del socialismo, el proceso de la Comuna de París de 1871; y más importante aún para la construcción del socialismo en América latina.
Ya desde la segunda mitad de la década de 1840, la migración europea se produce la aparición de las primeras ideas socialistas en América latina: en 1845 en Brasil, 1846 en Uruguay, y 1849 en Colombia.
El socialismo latinoamericano surgió como un discurso identitario de migrantes, que rápidamente dio lugar a la identificación de realidades históricas y humanas diferenciables de las condiciones del capitalismo europeo.
En América latina las condiciones estructurales generadas por el proceso de reconstrucción económica agudizaron las formas de exclusión y existencia asimétrica , configuradas desde el período colonial, constituyendo un contexto particular en el cual la tradición político reivindicativa de los migrantes los lleva a constituir núcleos de resistencia bajo la forma de gremios y asociaciones de artesanos y obreros, cuya más radical experiencia será la aparición en Mendoza, Argentina, del primer Estado Anarquista de América Latina.
El socialismo en América latina tiene como punto cero la segunda mitad del siglo 19, principalmente en aquellos países de nuestra región, que tuvieron mayor éxito en la atracción de migrantes como parte de la política de blanqueamiento.
La diversidad de agrupaciones o de gremios fundados por los obreros europeos, ya fueran éstos italianos, alemanes, o franceses impactaron la cotidianidad social latinoamericana, por interacción antes que por proyección política. La irradiación de ideas y reivindicaciones desde el socialismo europeo o traído a la realidad latinoamericana dará lugar a la configuración de los primeros grupos socialistas latinoamericanos, cuyas reivindicaciones iníciales se concentran en las reformas políticas y laborales, asociados al tema de la tierra, el salario, y la jornada de trabajo.
El socialismo latinoamericano desde sus primeras manifestaciones se organiza en un doble programa, de un lado un programa máximo que consiste en la reorganización de la convivencia- existencia cotidiana, del otro un programa mínimo que consiste en la mejora de las condiciones de salud, trabajo y vida.
El socialismo latinoamericano se escribe entonces desde una categoría de reconocimiento de condiciones y sujetos específicos, por ello el carácter regionalista, fragmentado y descentralizado que adquiere la construcción histórica del socialismo latinoamericano, pese a su denotado panlatinoamericanismo que tan bien asienta a nuestro espíritu, y que Haya de la Torre, en el “Programa Mínimo Del Partido Aprista Peruano”, denominaba Bolívarismo .
El eje fundamental de la reivindicación socialista en América latina es la dignificación humana dentro de un tipo de realidad histórica configurada sobre la base de privilegios y exclusiones. Esta dignificación no considera solamente al capitalismo como condición material de las asimetrías y exclusiones que aquejan nuestra región del mundo, sino también a las relaciones de colonialidad e imperialismo que transversalizan muestra cotidianidad. De esta manera el socialismo latinoamericano es antes que ético- político, antiimperialista, unionista, republicano e independentista.
Es por ello que ya desde las primeras formulaciones del socialismo latinoamericano, hechas por latinoamericanos en el contexto de la revolución mexicana de 1910 en el puño y letra de los hermanos Flores Magón, el discurso de la alternatividad socialista se ubica simultáneamente en dos escenarios: el rural, y el urbano.
Esto constituye una de las razones de esta característica distintiva del socialismo nuestro, que es particularmente el lugar de su enunciación. La reivindicación humana en América latina no se formula en un único horizonte de sociedad, si no en tantos como condiciones de dignificación reivindicatoria se identifiquen en relación a un ser humano concreto, dentro de una realidad histórica nacional. De este modo, si bien es posible identificar múltiples aspiraciones comunes entre las diversas formas de socialismo latinoamericano, la más evidente, entre todas ellas, es la de reorganizar la sociedad de modo que se garantice la satisfacción de las reivindicaciones materiales y simbólicas, no de individuos, no de masas, sino de pueblos, considerados más que como sujetos como actores.
No hay derechos que nos hagan sujetos, pues no se es sujeto en tanto se recibe una acción, sino que se es sujeto en tanto que se produce. El sujeto es tal en tanto se constituye en un actor. De esta manera aquella vieja temática ética-político del socialismo europeo, se reinterpreta en una temática política identitaria, en la cual la antigua tesis leninista de 1920 que refiere a que “el socialismo es el resultado de múltiples experimentos” cae en desuso. El socialismo latinoamericano recurre más a la previsión política que a la experimentación, recurre más a la experiencia efectiva que se da en las revoluciones triunfantes, como un criterio operativo no como modelo arquetípico, se vea el socialismo entonces no como construcción a corto plazo, sino más bien como una compleja reconfiguración de largo plazo.
De este modo el socialismo latinoamericano, en su diversidad, no propone una ruptura con las conquistas políticas del estado de derecho configurado por el capitalismo, a modo de las viejas posiciones ortodoxas del socialismo europeo y asiático, sino más bien una profundización de estos en los ámbitos de la participación, la libertad, y el reconocimiento de la diversidad de sujetos. Esto es lo que explica que en nuestro socialismo el sujeto se constituya en actor, y la enunciación del discurso se opere ruptura con Europa y en recuperación de lo invisibilizado.
La política, con esto, deja de ser religión superestructural de intenciones ocultas operada por individuos, para hacer región de reconfiguración dignificadora de lo social a través de la cogestión de colectividades y comunidades. El socialismo latinoamericano plantea entonces una redefinición antropológica a la que se le asocia una nueva axiología, donde la tolerancia, la diversidad, la colectividad, la solidaridad y la persona asumen nuevos significados en relación a la acción colectiva. Sólo en América latina el hombre puede y debe ser resignificado como significador de realidades, constructor de mundos, cogestor de dignificaciones.
La vieja propuesta del marxismo clásico referida a la desalineación del hombre, pasa a ser comprensible en relación a reivindicaciones particulares materializables dentro de cada realidad histórica específica, pues la sociedad civil latinoamericana es un escenario compuesto por múltiples sujetos, visibilizados en su diversidad por las condiciones de exclusión y denigración, física y simbólica, a la que se nos ha sometido la lógica del sistema mundo capitalista, la colonialidad y el imperialismo.
El socialismo en América latina tiene dentro de sus características el favorecer la gestión de múltiples propuestas viables de dignificación que son a su vez resignificaciónes de realidades sociales concretas.
Considerada la historia del socialismo latinoamericano desde sus primeras formulaciones, como socialismo importado, hasta sus formulaciones como socialismo enunciado desde la especificidad de América latina, este discurso de dignificación humana se caracteriza tanto por su diversidad y heterodoxia, como por la prioridad de la dignificación de la diversidad humana, el proceder largo plazo exista, la profundización del estado de derecho, la multiplicidad de escenarios sociales y humanos en los que se inserta, el favorecimiento a una participación del hombre como actor en la cogestión de la alternativa política, y finalmente, por la indefinición de un horizonte único y común aplicable mecánicamente a toda América latina, lo cual nos abre a una diversidad de perfiles de sociedad y de reorganización socialista de la convivencia cotidiana.

2. Socialismo y Latinoamericanismo en Mariátegui
En opinión de J. Flores (2006): “Mariátegui observa que la apropiación del marxismo debería ser de una forma diferente que en Europa, y que no debía ser una copia del marxismo europeo”.
El primer caso de discurso socialista latinoamericano aparece, como lo hemos observado arriba, en el contexto de la revolución mexicana de 1910, de puño y letra de los hermanos Flores Magón. Sin embargo, los Flores Magón desarrollaron un discurso de traducción de la tradición anarquista de Kroptkin y Bakunin al proceso mexicano en respuesta conceptual a las condiciones políticas y sociales configuradas por el “Porfiriato”.
Es por ello que Mariátegui, el amauta, será el primer discurso socialista desarrollado desde América latina desde una enunciación estrictamente latinoamericanista, pese a las influencias del marxismo clásico, el leninismo y el trotskismo que podemos fácilmente identificar.
El discurso socialista de Mariátegui se describe desde una especificidad categorial, que es el concepto de Colonialidad, simbólica, intelectual y jurídica, una enunciación de aparición temprana que será, con los años del aporte intelectual que más podemos destacar en nuestro actual análisis.
Es este énfasis en las condiciones de colonialidad que lo llevan a explicar como: “la suposición de que el problema indígena es un problema étnico, se nutre del más envejecido repertorio de ideas imperialistas. El concepto de las razas inferiores sirvió al occidente blanco para su obra de expansión y conquista. Es esperar de emancipación indígena de un activo cruzamiento de la raza aborigen con inmigrantes blancos es una ingenuidad anti sociológica, concebible sólo en la mente rudimentaria de un importador de carneros merinos.”
Es la enunciación del discurso socialista desde la posición estrictamente latinoamericana de no copiar el marxismo europeo, el que lleva a Mariátegui a desplazar el lema leninista, y clásico, del internacionalismo por un latinoamericanismo anti imperialista: “Los pueblos de la América española se mueven en una misma dirección. La solidaridad de sus destinos no es una ilusión de la literatura americanista. Éstos pueblo realmente no sólo son hermanos en la retórica sino también el historia.”
El latinoamericanismo antiimperialista de Mariátegui no desemboca en un nacionalismo, sino en una propuesta de unitarismo que toma forma en un proyecto de conglomerado latinoamericano.
Es en este sentido que Klaus Sender (2003) propone: “Mariátegui cifra sus esperanzas en que los pueblos del continente se unan, ya que todos, en su mayoría, proceden de la matriz única de la conquista, que destruyó las culturas y las manifestaciones autóctonas, uniformó la fisionomía étnica, política y moral de la América hispana. El objetivo de esta unión se cifra en que todos estos pueblos tengan carta de ciudadanía y que no estén retirados a las decisiones más importantes de los políticos”.
Mariátegui enfatiza en la particularidad histórica de América latina como resultado de aquello que Trostky proponía como “La Ley Del Desarrollo Desigual y Combinado”, pero interpretando esta enunciación desde el punto de vista político y no económico, como retraso político es decir como categoría que da una nueva especificidad a la situación histórico política latinoamericana y que constituye el verdadero contexto histórico revolucionario.
Mariátegui escribe entonces: “Presentemente, mientras unas naciones liquidado sus problemas elementales, otras no han progresado mucho en esa solución. Mientras unas naciones han llegado a una regular organización democrática, en otras subsisten hasta ahora densos residuos de feudalidad. El proceso de desarrollo de todas las naciones sigue la misma dirección, pero ninguna se cumple más rápidamente que en otras. Pero lo que separa y aísla a los países hispanoamericanos, no es esta diversidad de horario político. Es la imposibilidad de que entre naciones incompletamente formadas, entre naciones apenas bosquejadas en su mayoría, se concerte y articule un sistema o un conglomerado internacional” .
Mariátegui propone crear una unión de la “Indoamérica”, para utilizar el lenguaje de nuestro autor, que podemos denominar Panlatinoamericana, en abierta oposición al Panamericanismo desarrollado desde la doctrina Monroe y el corolario Wilson. A ello responde directamente el énfasis en la noción de frente único que aparece en el discurso de construcción del socialismo de nuestro autor.
El sujeto histórico no posee la característica de homogeneidad desde el que se enuncia el sujeto histórico en el socialismo europeo, sino que más bien es heterogéneo a grado tal que se amplía haciendo inclusión del indígena. De esta manera el amauta no habla de proletariado, o de proletariado y campesinado, sino que habla de masas, el sujeto histórico latinoamericano es diverso, es decir no homogéneo.
Por ello es que Mariátegui al hacer énfasis particular en que la participación política de la diversidad, que constituye al sujeto histórico latinoamericano, ha de ser profundamente democrática, es decir descentralizada, a diferencia del viejo centralismo leninista. El amauta escribe en este sentido: “Nuestro tiempo, finalmente, ha creado una comunicación más viva y más extensa: la que ha establecido entre las juventudes hispanoamericanas a la emoción revolucionaria. Más bien espiritual que intelectual, esta comunicación recuerda lo que concertó la generación de la independencia. Ahora como entonces la emoción revolucionaria de la unidad a la América indo española. Los intereses burgueses son concurrentes o rivales, los intereses de las masas.”
La noción de socialismo de este, el primer socialista latino americanizado, se ha separado de la centralidad categorial europea, proponiendo una indefinición del horizonte histórico alternativo, el cual más que responder un perfil único, tiene múltiples posibilidades producto del esfuerzo mancomunado de los seres humanos concretos.
Bien señala en este sentido J. Flores (2006): “Mariátegui al volver su propuesta socialista centrada en el ser humano, no lo hacía en forma abstracta. No era la visión antropológica genérica, en la que prima la visión humana sobre la estructura. Era algo más Mariátegui enfocar su humanismo en la problemática del indio del Perú.”
El socialismo latinoamericano por una razón histórica es antiimperialista, de eso no hay duda más aún el mismo, Mariátegui escribe a este respecto: “El imperialismo no consiente a ninguno de estos pueblos semi-coloniales, que explota como mercado de su capital y sus mercancías, y como depósitos de sus materias primas, un programa económico de nacionalización e industrialismo, los obliga a la especialización, a la monocultura, sufriendo una permanente crisis de artículos manufacturados, crisis que se deriva de estar rígida determinación de la producción nacional por factores del mercado mundial capitalista. El capitalismo se encuentra en un estadio imperialista. Es el capitalismo de los monopolios, del capital financiero, de las guerras imperialistas por el acaparamiento de los mercados y de las fuentes de materias brutas.”
Lo histórico, en el discurso de Mariátegui, es punto de partida de argumentación, no categoría de organización del discurso alternativo socialista; tiene entonces Klaus Sender (2003) plena razón al asegurar que debe entenderse a Mariátegui como: “un representante marxista significativo y original, que intentó en forma creativa, poner al día la propia historia y la historia del continente latinoamericano.”
El socialismo de Mariátegui no se establece en ruptura con la producción industrial, si no con las condiciones de exclusión que produce el capitalismo, es decir en franca apertura a las nuevas condiciones económicas sociales y políticas que el capitalismo ha producido en América Latina. El socialismo, en la propuesta de Mariátegui, no intenta recuperar el pasado, el comunismo incaico. Mariátegui (1929) escribe al respecto en el Programa Del Partido Socialista Peruano lo siguiente: “El socialismo encuentra, lo mismo en la subsistencia de las comunidades, en las grandes empresas agrícolas, los elementos de una solución socialista a la cuestión agraria, solución que tolerará en parte la explotación de la tierra… pero esto, lo mismo que el estímulo que se presta al libre resurgimiento del pueblo indígena, a la manifestación creadora de sus fuerzas y espíritu nativo, no significa en absoluto una romántica y anti-histórica tendencia de construcción o resurrección del socialismo incaico, que correspondió a condiciones históricas completamente superadas y del cual sólo quedan como factor aprovechable dentro de una técnica de producción perfectamente científica, los hábitos de cooperación y de socialismo de campesinos indígenas. El socialismo presupone la técnica, la ciencia, la etapa capitalista, y no puede importar el menor retroceso en la adquisición de las conquistas de la civilización moderna, sino por el contrario la máxima y metódica aceleración de la incorporación de esas conquistas en la vida nacional.”
Esta consideración de estrategia política para el desarrollo de un socialismo que reconozca la especificidad de sujetos y condiciones históricas latinoamericanas supone definitivamente la aplicación revisada del criterio leninista de independencia de clase, revisado en términos de un sujeto que se ha reconocido como diverso.
Por ello M. Lowy (2003) ha enfatizado en que: “El rasgo esencial del marxismo de Mariátegui- en contraste con el de la ortodoxia del Kremlin- es el rechazo de una ideología del progreso, y la imagen unilateral y eurocéntrica de la historia universal…. El socialismo, aunque bien ha nacido en Europa, como el capitalismo, no es específicamente ni particularmente europeo.”
El programa mínimo del socialismo que defiende Mariátegui se encuentra centrado por esta razón no es la directriz política que ha emanado el buró latinoamericano del Comintern, sino más bien en la reivindicación inmediata de las condiciones de salud, salario, libertad democrática y reforma agraria. No en balde esta separación de la línea de pensamiento único que le valió a Mariátegui que: “los defensores de la ortodoxia estalinista condenaran su pensamiento como extraño al marxismo, populista y romántico.” Lowy, M. (2003).
Mariátegui interpreta la realidad política desde las condiciones particulares de existencia histórica del sujeto político masas en América Latina se está dando entonces las tareas de reivindicación desde las mismas prioridades que hubo esta región impone, no es de lo que el discurso socialista estructurado desde el pensamiento eurocéntrico tradicional, ya sea el clásico del marxista-leninista, propone como prioridades de la acción política.
Mariátegui no ha dejado de lado el programa máximo alternativo, mismo que sigue siendo el socialismo, pero no un socialismo centralizado a modo leninista, sino más bien descentralizado o sea mancomunado o diverso, que no se configura en ruptura, sino más bien en complemento con el programa de modernización liberal.
En Mariátegui el Tawantinsuyo actual, la América latina, no ha logrado la modernización de la sociedad, pues ha sido insertado prematuramente en la contemporaneidad de las relaciones internacionales capitalistas, sin haber logrado madurar la reivindicación de un estado nacional soberano.
Esta será entonces una de las tareas del socialismo y una de las características del futuro socialismo latinoamericano.
Bibliografía.
Arico, José. (1997). Mariátegui y los origines del marxismo latinoamericano. México: Pasado Presente.
Cole, G. (1974). Historia del pensamiento socialista. México: Fondo de Cultura.
Flores, A. (1994). Mariátegui o la experiencia del otro. Lima: Empresa Editora Amauta.
Flores, José. (2006). El pensamiento de José Carlos Mariátegui. Teoría y Praxis # 9. Lima: Amauta.
Lowy, M. (2003) Marxismo y romanticismo en José Carlos Mariátegui. Teoría y Praxis
# 5. Lima: Amauta.
Mackenzie, Norman. (1983). Breve Historia del Socialismo. México: Labor.
Mariátegui, José. (1924, M). El 1º de mayo y el frente único. Recuperado de: www.marxist.org.
________, _____. (1924, D). La unidad de la América indo española. Recuperado de: www.marxist.org.
________, _____. (1928). Acta de constitución del Partido Socialista Peruano. Recuperado de: www. marxist.org.
________,_____. (1929). Programa del partido socialista Peruano. Recuperado de: www. marxist.org.
Sender, Klaus. (2003). José Carlos Mariátegui y algunas cuestiones culturales de la revolución. Teoría y Praxis # 5. Lima: Amauta.

jueves, 13 de enero de 2011

Dialéctica de colapso del mundo y la existencia

Mph. Hermann Güendel

Resumen
Exploro en este ensayo, los alcances que el colapso del mundo capitalista neoliberal posee sobre la cotidianidad; proponiendo que la solución a sus efectos pervertidores, gesta en la dinámica de resistencia a la exclusión que la diversidad humana realiza desde el espacio vivencia de esa resistencia: los colectivos.
Palabras clave
Sujeto, resignificación, mundo.

1 El colapso de los significados
Décadas de tensa estabilidad en la realidad histórica llevaron a la conciencia al desprecio de una lúcida advertencia: la naturaleza no resistiría por mucho tiempo más su sometimiento a la pasión humana.
Agotada la vitalidad de la realidad histórica esta no puede detener más la tensión que generó sobre el mundo, este se precipita a su decadencia, desde la cual el ser humano remira a la naturaleza descubriendo que ella ha entrado un proceso de desgaste al que no se le contrapone voluntad humana de contrarrestarlo, revertirlo y resignificarlo. De un modo extraordinariamente lúcido Saxe Fernandez escribió en el 2004:
“Ecológicamente, observamos que los procesos destructivos tienden a encadenarse, provocando sinergias devastadoras entre diferentes ecosistemas o componentes de los mismos. Las características de cruciales procesos ecológicos mundiales se van extremando, agudizándose sus características (más serio y más calor, más lluvia y mas sequía, rupturas repentinas de la atmósfera o de las montañas y laderas, una creciente extensión de zonas desoxigenadas en el mar donde sucumbe la vida). No sabemos cuando esas sinergias provocarán un salto, un colapso,un cataclismo, como por ejemplo nuevas y mayores rupturas o desagregaciones desde la atmósfera mundial.”

El proyecto de mundo forjado por el capitalismo ha quedado sin asidero posible, la decadencia de un tipo de realidad histórica ha pervertido al espíritu humano. Hoy, como narrativa inhibidora, se extiende una sensibilidad que no reconoce significados y niega la pasión de reasignarlos. Desventurada nuestra conciencia ve a su mundo con una realidad agotada, coloca a la muerte por encima de la existencia, como si ella diera algún significado a la vida, el ser humano se aferra entonces a instantes pasajeros y los excita.
La simple formulación de proyectos de significado vital, algunos tan simples que resultan vulgares, otros tan sublimes que resultan risibles, no son más que expectativas transitorias, la conciencia deambula por la realidad que no le importa, los sueños se fragmentan en ilusiones dispersas, el ser humano se vincula la relaciones constitutivas del mundo, las cuales, abandonadas a su orfandad se deterioran. Hemos renunciado a la pasión por la vida, envilecidos por la perversión de la realidad histórica agotada.
La vida es un acto pasión, no es la muerte la que da significado a la vida, es la vida la que da magnitud a la muerte; se vive en la pasión de gestar significados comprensibles, de dar coherencia a nuestra realidad con nuestras posibilidades. De la tensión entre la pasión de la vida y el desprecio por lo que nos carece de significado surge, en nuestro espíritu, la voluntad de materializar nuestra dignidad.
Envilecida por su desventura, nuestra conciencia ve a la realidad por entero bajo la categoría de colapso, un agotamiento integral que se percibe como concluyente simplemente porque en el contexto de una sociedad decadente no le es posible reconocer la posición fundamental del hombre dentro las relaciones constitutivas del mundo; peor aún las distorsiona hasta desarticularlas.
Es esta perversión del espíritu la que le da significado a una apocalíptica desesperanzadora, es este colapso de los significados humanos el que desde narrativas escatológicas europeas y prehispánicas sólo logra configurar discursos de desasosiego, tragedia e inevitabilidad.
Más que el fin de los tiempos, el inobviable desgaste de la naturaleza, provocado por la barbarie devoradora capitalista, es una tensión generada por un proyecto de mundo agotado, el cual por efecto de su propia decadencia agota, en el ser humano más simple, la pasión de resignificar, reconstruir, reconfigurar un mundo que debe ser nuevamente habitable.
La sensibilidad tanática y apocalíptica que el capitalismo en decadencia ha generado en el espíritu humano no es más que un impasse en el que la generación de alternativas se ve debilitado por la destrucción, ante los ojos de miles, de los sentidos que le habían dado significados su existencia autorizándolos a disfrutar de un goce de apariencias.
No es el mundo el que colapsa, no es la realidad natural la que se encuentra en un momento inevitablemente incorregible, es más bien el espíritu humano el que, colapsado por su envilecimiento, se niega a sí mismo el derecho de reconstruir su realidad corrigendo desde su posición fundamental los infortunios creado por un proyecto colapsado.

2 El colapso de la existencia
El ser humano sobrevive hoy la incertidumbre de su mundo, en una situación de orfandad de significados; envenenado por la decadencia de un sistema mundo asimétrico y sacrificial, ha agota toda esperanza entre escatologías ficcionales e inversiones de la relación entre la vida y la muerte.
El colapso del sistema mundo capitalista distorsiona la posición fundamental del ser humano ante el mundo; el espíritu humano se ve acorralado, acogiéndose, cual insensato, a una sensibilidad apocalíptica desde la que no logra configurar más que discursos de desasosiego, tragedia e inevitabilidad. La crisis integral del mundo lleva a que la existencia se vacíe significados. Con gran agudeza en su obra, lo nota E. Trias cuando escribe:
“No existe en el horizonte, nada que pueda atisbarse como superación de la modernidad en crisis. La modernidad es crisis en ausencia misma. En ella entre en crisis el sólido y milenario orden del mundo en lo social, en lo político, en lo ético, en lo estético, en lo psicológico, el odontológico había llegado a ser creencia firme, inquebrantable. Esta crisis, desde luego no se produce de modo unívoco y coordinado, sino a modo de confluencia contagiosa en todo los ámbitos del ser, del decir, del hacer o del compartir”.

Existir es vivenciar los significados en la cotidianidad, pues es solo en la experiencia donde del sujeto se abre al agrado o al desprecio con lo diario. Hoy, en el colapso del sistema mundo capitalista, nadie puede abrirse a lo uno o a lo otro, menos aún encontrar un breve refugio en entre telones estéticos o eróticos. Es por ello, que nadie puede apegarse a una existencia que carece de vida; el brillo de la vida se desgarra de la existencia, escapándosenos como agua entre los dedos. Pero a diferencia de otros momentos de crisis, donde el ser humano tenía la tendencia acabar con su propia vida, hoy prefiere acabar con la vida de otros, en el primer semestre del 2009, mientras que el índice de suicidios en los Estados Unidos aumentó de 5.7 % a 7.5%, el índice de homicidios aumentó de un 8.9% a un 15. 8%
Más que por peso del colapso en su proyecto de mundo, por el desprecio de los condenados a la incertidumbre, la sociedad capitalista no logrará revertir la situación que ha generado, mucho menos provocará que las conciencias despierten para resignificar el mundo que se desintegra. No superará su crisis integral pues es imposible que se genere dentro de ella una reivindicación integral del ser humano, desde otro lugar que no sea el que lo reduce, al él y la naturaleza, a categorías económicas unidimensionalizadas por la generación de ganancias.
El espíritu humano envilecido por la decadencia del capitalismo, colapsa porque el régimen de significados que lo llevo a olvidarse de sí como sujeto, centrándolo en el disfraz de una individualidad inexistente, ha desvirtuado su capacidad comunitaria de reconfigurar el mundo.
La persona no vale en su individualidad; la imagen de individuo es tan sólo una ficción pervertida del verdadero valor y significado de ser un ser humano, un ser comunitario, la persona es un sujeto significativo de comunidad.
Vivimos dentro de un mundo saturado por decadencias y desgastes, una realidad histórica que colapsa, pues como bestia inaudita devora sus entrañas, la persona humana misma. La necrofilia emergida de su decadencia, convierte a la muerte en un objeto de negocio, colocando la imagen del fin de los tiempos sobre una existencia vacía, agotando la voluntad de resignificar y recobrar vida.
Vivir es un acto apasionado de creación de significados; la intensidad de sus contenidos da placer al vida, una satisfacción materialmente comprensibles que emerge de la polifonía inagotable del espíritu humano al constituir su realidad histórica, el ser humano es un creador de mundos.
Frente a ello, el fin de los tiempos, la escatología actual, no es más que un pseudo sentido, una sensibilidad incomprensible sí, pero envilecedora y por ello despreciable, aún cuando resulte a unos cuantos muy rentable.
Nada que no instaure en el ser humano la esperanza es digno de él. Nada que no implique la resignificación del mundo puede prevalecer en él, pues sin el compromiso apasionado de la voluntad humana, nada puede subsistir por mucho tiempo.

3 El colapso en el significado de existir.
El colapso del sistema mundo capitalista provoca que nuestra existencia se desgaste entre objetividades agobiantes; la existencia se vuelve incómoda, se divorcia de la vida, pues es incapaz despertar la pasión suficiente para comprometer al espíritu humano en la creación de nuevos significados. Con gran simpleza lo había expuesto ya Fernández Vázquez:
“El mundo inmediato de la experiencia es contradictorio en la medida en que su misma facticidad niega su posibilidad… esta apreciación ontológica se da en una dimensión concreta, histórica, Que dadas las condiciones del sistema capitalista, se ve invalidada por una racionalidad puesta desde afuera. El razonamiento capitalista instrumentaliza la realidad obedeciendo las necesidades de perpetuación de una realidad en la que la posibilidad se inhibe”

Existir es simplemente vivenciar los significados de ser con los que nuestra cotidianidad adquiere coherencia. La cotidianidad es la vivencia de experiencias diversas, dispersadas en lugares y momentos inter-sujetales, esas múltiples y, a veces, vertiginosas experiencias, sólo se relacionan entre sí por sujeto que las vive.
Vivir es complejo, es crear los significados de ser con los que organizar la cotidianidad experimentada en experiencia cotidiana de significados. La vida posibilita la existencia, los significados cercan la cotidianidad con fronteras de sentido. Las diversas experiencias se interpretan dentro de marcos valorativos sólidos y seguros, comprensibles por su contenido material: la identidad con la realidad histórica dentro la que se gestan. Por ello, una modificación en ella produce una distorsión en aquel, esto es justamente lo que está sucediendo el momento actual de colapso del sistema mundo capitalista. Los significados que daban coherencia de la existencia dentro la sociedad capitalista, progresivamente se desarticulan como efecto de su colapso; la existencia se vuelve así una vivencia monótona que no permite la irrupción de momentos de vida, pues la valoración de lo diverso sólo se da a través de la frágil reiteración de espacios acostumbrados y tiempos rutinarios. La existencia se ha vuelto tan gris como el futuro de la sociedad donde transcurre.
La identidad de un sujeto esta constituida por sentidos de ser que vinculados sintéticamente constituyen una forma de existir reconocible. El sujeto es alguien en tanto configure una identidad reconocible, la identidad de la persona se constituye por relaciones sintéticas heterárquicas. En su momento Cassirer entrevió el problema al escribir:
“El hombre no puede de escapar de su propio logro, no le queda más remedio que adoptar las condiciones de su propia vida, ya no vive solamente en un puro universo físico, sino en un universo simbólico. El lenguaje, el mito, el arte y la religión constituyen parte de este universo, forman los diversos hilos que tiene en la red simbólica, la urdimbre complicada de la experiencia humana. Todo progreso en el pensamiento y experiencia asigna y refuerza esta red. El hombre no puede de enfrentarse ya con la realidad de un modo inmediato, no puede verla, como si dijéramos, cara a cara. La realidad física parece retroceder en la misma proporción que avanza su actividad simbólica. Se ha envuelto en formas lingüísticas, en imágenes artísticas, en símbolos míticos fueron ritos religiosos, que no puede ver o conocer nada sino a través de la interposición de este medio artificial.”

La estabilidad de esas relaciones sintéticas depende de la solides material en las condiciones sociales de experiencia intersujetal. Las rupturas y desarticulaciones en esas condiciones de la cotidianidad vacían de contenido los significados, vaciando entonces su identidad, desembocando en una vivencia incomprensible; el sujeto se dispersa entre situaciones, volviéndose tan incomprensible para sí, como para otros. La existencia cae en desasosiego y lo lleva al anonimato, la soledad le asalta el alma, la muerte se transforma en la única esperanza urgida de ser abrasada.
Las relaciones sintéticas identitarias se constituyen por exigencias de sociabilidad, por ello la persona ante la ausencia de identidad se transforma en un ermitaño que vive en ciudad, no conoce siquiera el aspecto de sus vecinos, y en el peor de los casos, se transforma en verdugo de quienes, amándolo, aún lo rodean. El reconocimiento de la humanidad en el otro se torna borroso y esporádico, siendo un estatus de privilegio que se le asigna.
La crisis en las condiciones de cotidianidad hacen irreconocibles los significados identitarios que se vivencian, la existencia se disocia de la posibilidad de visibilizar espacios y tiempos de vida; en el colapso el sistema mundo capitalista la cotidianidad incomprensible destierra del alma humana la pasión por reformarla, el ser humano se criminaliza, judicializando a los otros con mas desprecio, represión y anonimato.
Mientras que la existencia oscila entre el placer y el desprecio, la vida tan sólo gira en torno a la pasión intensa de crear y reorganizar el mundo, nada tan lejano a la vida como lo monótono, gris y desapasionado que nos encierra dentro los límites de la desesperanza, nada tan lejano a la vida como este momento de colapso donde las únicas experiencias posibles son la frustración y el desasosiego. Por ello no debe extrañar que la cotidianidad del colapso nos golpee el rostro con continuos asesinatos y manifestaciones de deseos apocalípticos de muerte, ya que la muerte es la única expectativa a la que se puede aferrar aquel cuya existencia se ha vaciado de vida.

4 La resignificación como alternativa al colapso.
El mundo es una articulación de realidades comprensibles y significados asignados. Configurado por el esfuerzo humano, orientado colectivamente por un marco categorial de relaciones vivenciales específicas del capitalismo, es un sistema estructurado de interacciones sistémicas, tanto conductuales como valorativas y de interpretación, que configura segregaciones humanas, segmentaciones ontológicas y ficciones conceptuales. Un sistema mundo capitalista cuya firmeza depende de lo “evidente” que resulten sus articulaciones para negar alternativas, pues con un conclusivo “no puede ser de otro modo” la pasión de los argumentos se convierte en voluntad y compromiso.
La solidez de las articulaciones que constituyen el mundo involucran firmemente una forma específica de voluntad, por ello la conciencia de las asimetrías estructurales del sistema mundo capitalista no genera ni un discurso de alternatividad, ni una práctica alternativa generalizada, sino un conjunto de falsas expectativas vivenciales que constituyen un rango civil de conductas coherentes, egoístas y “normales”. Reguera expuso esto particularmente, del modo siguiente:
“El mundo siempre es un mundo, un mundo cualquiera, pase lo que pase en cada época y en cada caso: una construcción lógica o ideológica cualquiera. ¿Qué más da, para lo que importa? Ninguno es necesario. Lógicamente todos son igual: uno cualquiera. ¿Alguien, por ejemplo, puede ver algún sentido relevante en la historia que no lo ponga él? ¿A alguien puede interesarle un mundo que no sea el suyo? Imposible, si le interesa, ya no es. El valor auténtico está en el sujeto que se siente en el mundo desde una perspectiva justa y eterna.”

Al perder la capacidad de sostener esas expectativas vivenciales, este sistema mundo en crisis integral dirige al espíritu humano hacia su negación, la voluntad no se compromete con el sostenimiento de sus articulaciones constitutivas pues no hay argumentos que la sustenten, las conductas “normales” se disuelven progresivamente en conductas de abandono, desmotivación, incomprensión, insatisfacción, y violencia hacia otros.
Vaciado el espíritu de esperanza, la existencia de vida, el rango de coherencia conductual civil no se reconfigura, desafortunadamente, en prácticas de alternativización generalizada, aun y cuando sea evidente que, si bien de modo focal, existe alternativización a través de actores, sujetos, colectividades y saberes diversos que no pueden ser silenciados hoy, como lo fueron tan solo unos años atrás.
El mundo se ha convertido en un desierto poblado por anónimos que sólo se perciben como amenazas, siendo entonces objetos que se reflejan entre sí con el más profundo desprecio y horror. Este callejón sin salida, producido por el mismo sistema mundo capitalista evidencia el impacto pervirtiente que posee la reducción capitalista del ser humano a la prisión conceptual de individuo tras siglos de hegemonía. Bajo el peso de esa categorial superestructural se le arrebata a la existencia humana, la posibilidad de dinamizar vivencialmente la cotidianidad del tiempo y el espacio con el placer intenso de la construcción colectiva de nuevas proximidades o relaciones íntimas y filiales.
De los diversos nudos estructurales del sistema mundo capitalista, el que genera mayor perversión de la existencia es el de la ficción conceptual de individuo; con él, la construcción colectiva del mundo se resuelve en una configuración vivencial de “existencia cómoda”. La valoración de la individualidad por encima de la co-gestión de realidades, lejos de hacer evidente que la confluencia de significados de ser posibilita la confirmación de la vida, enajena las posibilidades de vivir múltiples experiencias diversificadas, el sujeto reducido a individuo se hunde así en la monotonía del tiempo y la reiteración del espacio.
Los efectos estructurales del sistema mundo capitalista pervierten los alcances dinamizadores de las diversas formas de proximidad humana por medio de articulaciones que limitan la dignidad a una forma de sobrevivencia asociada con la tenencia de capital y a la generación de ganancia.
La desaparición del valor sujeto asociado a lo colectivo, y su restricción a individuo, inhiben, en este momento, la posibilidad de que se produzca una sinergia de visibilizaciónes emergentes, que actué dentro del mismo sistema mundo capitalista actual, como generadora de un mundo otro, pues los sujetos, los colectivos y sus saberes, aún no aparecen como actores consolidados.
De esta manera, lo transdisciplinario es metodológicamente tan complejo que no puede ser aplicado, y lo transcognitivo no se sustenta en saberes auto-validados, reduciéndose entonces a una ecología de saberes diversos. Habrá que desarrollar una nueva hermenéutica de proximidades si se quiere fundamentar, inter-dialogalmente, la emergencia de una sinergia que sea gestora de la alternatividad… de un “otro mundo mejor posible ” a través de la co-gestión de nuevos significados y marcos coherentes de valoración e interpretación de la existencia y de las diversas objetividades, institucionales o no, que la rodean.
Lo humano diverso ha de estar en el centro de lo alternativo para lograr la confluencia de múltiples voluntades en un proyecto único de imaginación de la época que de luz a un espíritu desgarrado, que no encuentra la pasión suficiente para recrear la solidez de un mundo en crisis.
La realidad histórica actual se disuelve en su abandono, las relaciones constitutivas de su solidez y significado se han tornado ficticias y frágiles, el mundo deja de ser habitable; los efectos estructurales nocivos del capitalismo no pueden ser disueltos a no ser que sean cortados por su centro.
Necesitamos de las pestes para pensar en curas; la decadencia integral de sistema mundo capitalista, no da lugar más que a afirmar la necesidad de nuestro derecho a la vida, por medio la formulación de proyectos de dignificación que constituyan la imaginación de la época: la exploración, por medio de lo posible, de formas de dignificación que re-coloquen la pasión de vida en el centro de la existencia monótona y reiterativa actual. La más sublime inspiración de la conciencia, surge la más terrible condición del ser humano.

5 El reposicionamiento del ser humano en el mundo.
La crisis integral del sistema mundo capitalista nos ha llevado al colapso de las relaciones de significado dentro de las diversas interacciones que constituyen nuestra cotidianidad. Esto ha implicado un divorcio entre existencia y la vida operado a través de desarticulaciones de significaciones e identidades dentro de los limites conductuales específicos de la sociabilidad capitalista. Por ello, hacia finales de 2009, el aumento del índice de suicidios en Estados Unidos se precipito en un 7.0%, asumiendo una forma particularmente novedosa e inclusiva que hoy día se mantiene, el suicida primero acaba con otro, antes que consigo, como parte de su desastre y frustración. El otro ha perdido significado como sujeto, las relaciones cotidianas de proximidad se enrarecen y finalmente se hacen incomprensibles, el otro ha dejado de ser humano, reduciéndose a objeto anónimo, las relaciones con él solo pueden ser confusas convulsiones de desprecio y horror, amor e interés.
Ante esto, el problema es fundamentar la esperanza en una emergencia de resignificacion, que como un modo de pensar–actuar otro, a través de la sinergia de nuevos sujetos y saberes, resuelva los nudos estructurales de exclusión del sistema mundo capitalista enconado, en este momento, por el colapso del proyecto-mundo neoliberal. Esto exige estructurar una nueva hermenéutica de la posición del ser humano en relación al mundo, que consolide la resignificación ontológica y epistemológica de la realidad, a través de la confirmación antropológica de su condición de constructor de mundos, significador de realidades.
Estamos por ahora lejos de una utopía posibilitadora, de hecho no creo que pueda hablarse de utopía en la media en que los sujetos posibilitadores de algún nuevo proyecto de resignificacion integral no están consolidados como alternativos, siendo, por ahora, tan solo emergentes, o sea recientemente visibilizados.
Así, es tan solo de esperar que se exploren posibilidades de dignificación con la esperanza de que se materialicen como alternativas en la medida en que nuevos sujetos confirmen, en actos particulares, la autoridad del ser humano de redefinir su realidad histórica, de constituirse en actor insilenciables.
En Costa Rica, por fortuna, se está avanzando rápido en esa dirección, ya que no hay más sublime acto de imaginación de la época que el afirmar que un mundo mejor es posible. No hay otra manera de devolver la esperanza a un alma conmovida por las distorsiones vivenciales que ha generado el sistema mundo capitalista, que ratificando el derecho y la posibilidad de superar el fatalismo escatológico del momento y su efectos pervertidores.
Y si bien se podrían identificar condiciones e incidencias concretas, le es propio al filósofo mas que preguntarse por el cómo, cuándo, o el quién, por su fundamento, es decir, proponer una ontología autorizadora y diferente, que evidencie las posibilidades y alcances de lo que un quién realiza cuándo define cómo.
La razón es simple: el mundo no es más que la construcción articulada de segmentaciones ontológicas y totalitarismos epistemológicos, un sistema de relaciones artificiales e intencionales donde la posición de las cosas y el sentido que estas tienen surge del artificio humano, manifestando una racionalidad tan compleja y diversa que su comprensión sólo sería posible de manera transcognitiva y transdisciplinaria.
Todos los animales impactan la realidad que habitan con mayor o menor invasividad, sólo el ser humano la segmenta radicalmente y la reconfigura en relaciones confirmables; sólo el ser humano invade la realidad que habita con un régimen de significación y afirmación tan integral como totalitario. Dentro de ese, sólo es parte del mundo aquello que tiene un significado asignado, una delimitación de sentido que corresponde a un régimen de interpretación, cuyo efecto conductual es crear la coherencia y compresibilidad, necesaria siempre, para sobrellevar la vivencia cotidiana de múltiples experiencias….la realidad del mundo es su realidad histórica.
Toda forma de realidad histórica ha tenido superestructuralmente un régimen de interpretación y valoración que asigna el estatus de real a aquellas entidades que son abarcadas dentro de sus fronteras de sentido, por ello, solamente aquello que es significativo para el ser humano existe. Los significados de los segmentos de realidad que constituyen las cosas del mundo, se configuran desde lugares específicos de enunciación de sentido: clase, privilegios de poder, sexo, raza, cientificidad de un saber, por ello es que su “verdad” no es otra cosa que la superposición de conceptos a cosas y experiencias, una relación entre segmentos y significados que se evidencia en la práctica y se confirma tan sólo por medio de la fuerza los argumentos que se utilizan, con vehemencia, para defender su “certeza”.
Como creación humana, las relaciones constitutivas del mundo sólo son sólidas en la medida en que se genere un compromiso con su permanencia, pues de lo contrario se deterioran por abandono, como nuestra casa, cuando no reparamos los defectos causados por el paso de los años.
Las artificialidades que constituyen el mundo, surgen de la inteligencia y los diversos intereses humanos, son por ello constructos visibilizados en diversidad de cosas significadas. El ser humano es el centro de sentido del mundo y desde esa posición fundamenta una resignificacion de la realidad histórica como un nuevo proyecto de mundo, que hoy se puede imaginar, desde sujetos y saberes emergentes e insilenciables, aun y cuando no pueda afirmarse como alternativa en sentido estricto. El viejo maestro Olarte atinaba al escribir:
“La realidad, toda la realidad habrá de ser comprendida dentro del movimiento creador de los relativos. Entre todos los relativos descuella un relativo eminente: el hombre, fuente dinámica para conferir sentido, no absoluto, a todos los demás relativos”

6. El retorno de lo posible
La decadencia del mundo convulsiona al espíritu humano hasta destruir la solidez de sus verdades; la esperanza se deshace en muerte provocando una agonía interminable, una forma particular de realidad histórica se ha precipitado hacia su colapso.
La conciencia envenenada con fatalismos, cae de rodillas ante la ontología de un mundo creado ex illo tempore, frente al cual no puede hacer nada. Tanto como el ser humano no puede sobrevivir a su existencia sin esperanza, tampoco puede sobrevivir en el mundo sin certezas. El colapso de los sentidos de ser ha dejado al ser humano deambulando, en el anonimato, por un mundo que le carece de importancia.
La solución posible a este colapso superestructural es la reasignación de significados a la existencia, la configuración de nuevos sentidos de ser en el mundo; pero esto implica un riesgoso abandono de la concepción ontología tradicional cristiana, que inhibe, epistemológicamente, la transformación del mundo, al colocarlo, como resultado de la acción creadora de una entidad metafísica, más allá de la capacidad humana de cambiar el estado de las cosas, pues ese status no depende la voluntad del ser humano. Abandono peligroso, porque la religión es la única superestructura del sistema mundo capitalista que conserva aún su solides plena, coherencia y significado; el riesgo es pues que lo que gane el hombre al separarse de la inhibiciones que le siembra su fe, puede ser menos que lo que pierda al alejarse de ella.
No por ello nos hemos de separar de una verdad histórica: el mundo no es creación divina; Es una artificialidad humana constituida por relaciones articuladas de segmentos ontológicos y totalitarismos epistemológicos. Su solidez no depende tanto de condiciones materiales, sino de las pasiones que despierta, es por ello que su desprecio, o bien su simple descuido, lo precipita a su desaparición.
Solo el hombre que sueña, que imagina, tiene la pasión suficiente para pensar en alternativas de dignificación a su presente de incertidumbres, solo el alma bella abraza la esperanza con la imaginación de su época, por medio de la imaginación reorganiza su mundo, por medio de la pasión lo transforma.
Como práctica inusual en su rutinaria cotidianidad, la imaginación apasionada explora diversas formas de dignificación de la existencia justo cuando la satisfacción con la vida es negada por la realidad histórica en la que se existe. No en balde las más hermosas utopías que han surgido de la imaginación de la época son confirmación de la vida a través de la reorganización del mundo.
Lejos, sin embargo, estamos de poder hablar de ella como una propuesta materializable. El sujeto histórico que la constituye en mundo alternativo no tiene, en este momento, una expresión única, sino fragmentada. Visible como diversidad de voluntades, el sujeto reconfigurador de significados se encuentra disperso en distintos lugares de la geografía del poder y la existencia cotidiana. La posibilidad de una nueva época histórica en la que un proyecto postcapitalista de mundo se constituya como alternativa de dignificación, para iniciar un humanismo absoluto de historia, sólo puede enunciarse desde la multiplicidad de sujetos y de saberes alternativos.
De esta forma, la reasignación de significados, la cogestión de nuevos sentidos de ser para enfrentar, con dignidad, la vivencia cotidiana de múltiples experiencias, ha de ser pensada desde una hermenéutica de confluencia sinérgica de reivindicaciones opuestas a situaciones de exclusión fisca y simbólica. La reivindicación de la dignidad humana es posible como fragmentación del mundo en diversas regiones de significado y sentido, comprensibles para sujetos que co-gestionan formas de dignificadas de convivencia social.
Sin duda es de lamentar que esta compresibilidad sólo sea posible dentro los colectivos identitarios, fuera de los cuales, el otro es percibido tan solo con objeto de burla, o en el peor de los casos de disimulo, pues el disimulo es un desprecio que se prefiere ocultar.
En todo caso, lo que se ha de destacar es que la praxis de resignificacion se asocia a prácticas alternativas de resistencia y reivindicación. Los nuevos sentidos de ser que emergen permiten a sujetos específicos reencontrarse con significados comprensibles y alternativos a un mundo en decadencia, son significados configuradores de una vivencia cotidiana satisfactoria, festiva y complaciente sin mayor interés que compartir la dulce sensación de la compañía casual de aquellos que nos agradan y luego amamos.

7. Nuevos sujetos y nuevos significados.
En un mundo que ha perdido su solides, el hombre pierde sus esperanzas y las relaciones humanas se pervierten; si se quiere conocer la verdad del otro, es necesario pensar con malicia sus actos e intenciones. La edénica convivencia de goce y despreocupada inocencia se disipa entre el turbio aire de actitudes enfermizas.
Las relaciones intimas y filies se trastocan en condicionamientos que los encadenan a imposturas, la persona se transforma en otro de un tipo diferente, aceptable solo en su sometimiento a los caprichos del yo, el amor y la amistad ya no constituyen un nosotros, sino una sujeción apropiadora que nos reduce a objetos sin voluntad, inteligencia o deseos propios.
Escondiéndose de la mísera incertidumbre cotidiana, algunos se refugian en actos de intenso tanatos; otros, en pasiones convulsionadas por turbias incertidumbres de amor, aprecio, odio y desprecio simultaneas; algunos, no pocos por cierto, prefieren el uterino del divorcio de todos a través de imposturas fugaces indiferencia y disimulo; ya no nos es posible convivir con una desinteresada complacencia festiva.
La decadencia del mundo ha hecho que el ser humano pierda la capacidad de aceptar la diversidad y sus diferencias, el divorcio entre el yo y el otro no se supera la constitución de nosotros. Lejos estamos de un mundo de tolerancia, el yo sólo puede enfrentar la interacción con los diversos otros si los reduce a representaciones aparenciales y disimulos.
La relación íntima se estructura entonces dentro de interacciones pervertidas que los convierten en seres desvirtuados, frágiles representaciones de hombres disminuidos a individuos, imagen borrosa de un otro desde lo que, en su complejidad, nos resulta aceptable, por encima de aquello que en él es nos es por sí misma abominable. No podemos aceptar al otro con sus defectos sino los hacemos invisibles; pero el otro no es poseedor de defectos, sino de complejidades. Su condición de ser humano no lo hace, para nosotros, sujeto, sino más bien objeto de nuestras perversiones y prejuicios, ya que no podemos simplemente eludirlo, como lo hacemos con aquellas cosas que al no poder imponernos su presencia, les pasamos de largo sin asignarles ninguna importancia.
No hay derechos que nos hagan sujetos, pues no se es sujeto en tanto que se recibe la acción, sino en tanto que se la produce. El ser humano solo es sujeto en tanto se constituye en actor.
Antes de su muerte uno de mis más queridos maestros escribió en su obra:
“Lo real sobrepasa toda especificación parcial del sujeto y el sujeto sobrepasa toda las posibles especificaciones de que es capaz real. El acto primero, constitutivo del sujeto como tal, jamás es más que toda la actualidad de sí mismo, cualquiera que sea la potencialidad de lo real. El acto primero lo sobrepasa mediante el ser, y con él, constituye la antítesis primitiva de toda la ontología.”

Como sujeto el ser humano concentra en torno a sí a un mundo constituido por aquello que tiene significado y que es para él valioso, ya sean estos objetos, personas, o ideales.
En este mundo el divorcio entre el yo y el otro se resuelve en la constitución del nosotros. En la cotidianidad la compañía desinteresada se celebra a través de múltiples experiencias, el convivir del nosotros es despreocupado.
Sólo se puede convivir de esta manera si los significados dentro de los cuales hacen comprensibles las conductas cotidianas, tanto las inesperadas como usuales, corresponden a regímenes identitarios establecidos. La convivencia festiva, la despreocupada complacencia que nos genera la presencia de aquellos enriquecen con su sutil brillo la penumbra de nuestro decadente mundo, sólo es posible entre sujetos que se aceptan mutuamente en su complejidad y riqueza de diversidades, pasando uno al lado del otro en una rica danza de iniciativas y actividades que enriquecen el espacio con movimiento y el tiempo con buena compañía.
Convivir con agrado entre personas sólo es posible si aquello con lo que llenan nuestra diversidad de situaciones y momentos, nos resulta claramente comprensible y aceptable, no por ser lo acostumbrado, sino por ser parte de lo que le es propio a quien es parte de nosotros en nuestro mundo, aún y cuando lo que haga no sea un aspecto de lo que nosotros podemos hacer por nosotros mismos.
Tolerar no es disimular lo que nos repugna, sino trivializar lo que nos sorprende de los que estimamos. Quién mejor que Fromm habrá expuesto lo anterior con mejores palabras que las siguientes:
“Todos somos uno. Las diferencias en talento, conocimiento, son despreciables en comparación con identidad de decencia humana común a todos los hombres. Para experimentar dicha identidad es necesario penetrar desde la periferia hasta el núcleo. Si percibo en otra persona nada más que lo superficial, persigo principalmente las diferencias, lo que nos separa. Si penetró hasta el núcleo, persigo nuestra identidad, el hecho de nuestra hermandad.”

La convivencia entre sujetos exige compresibilidad expansiva y aleatoria, tanto lo acostumbrado, que lo que es inesperado ha de ser remitido de alguna categoría valoración e interpretación dentro de un régimen coherente y estable de significados, permitiéndonos entender cada manifestación particular de las identidades como alternativa de identificación consciente de espacios, lugares, tiempos, momentos, sujetos y conductas.
La ruptura y debilitamiento del régimen hegemónico de significados y valoraciones provocado por el colapso del modelo neoliberal de acumulación por desposesión, ha hecho que las identidades configuradas a lo largo de siglos, pierdan coherencia, a grado tal que lo inesperado, lejos de poder ser aceptado como particularidad de aquel que no es aún parte de nosotros, es más bien expresión repugnante de la vulgaridad de un otro que nos resulta disimulable solamente en su anonimato y distancia.
La decadencia del mundo ha hundido al ser humano en una descontrolada ansiedad por el control de lo inesperado, esto nos lleva a centralizar tiránicamente lo que otros hacen dentro de lo que esperamos, deseamos u ordenamos.
En la perversión de relaciones íntimas filiales, la convivencia se ha distorsionado hasta el grado en que el sujeto, para ser tratado como persona, debe ser reducido a un objeto constituido por aquello que complace a aquel que lo acepta como parte de su cotidianidad, como si la convivencia con él no fuese un simple evento, sino más bien un privilegio.
Ser realmente lo que somos, sin guardar las conocidas normas de prudencia y apariencia con las que, como nos dictan las buenas costumbres, hemos de comportarnos cuando recién conocemos a otro, es un costoso privilegio, cuyo precio es la burla, el desprecio y la soledad.
Los significados de ser establecidos superestructuralmente como regímenes diversos de comprensión y valoración de conductas, son el resultado de una articulación intencional y de larga data dentro de la sociedad capitalista, en la que diversidad de discursos filosóficos, éticos, políticos, religiosos. Enunciados desde lugares específicos de poder, marcan privilegios y los consolidan, haciendo comprensibles conductas dentro de la cotidianidad de modo tal que se les concedieran usuales, es decir, esperables.
La reducción del ser humano a objeto, en este momento particular de colapso del mundo, no es sino la salida esperable para una conciencia que transita una ruta específica de existencia colonizada por categorías de la individualización capitalista; estructuralmente el régimen de valoración ha sometido a la persona, a lo largo de su propias vivencias, a formas de reducción y exclusión simbólicas tan rutinarias, que en la exacerbación actual de sus alcances, resultan simplemente imperceptibles, o, en el peor de los casos, óbviales.
Lo extraordinario de este momento es que asociado al colapso del régimen de interpretación y valoración, la insatisfacción cotidiana promueve que tanto los reducidos a lo unidimensional como los invisibilizadados resistan las exclusiones y reducciones simbólicas, permitiendo que emerjan nuevos significados. Nos hemos precipitado hacia un cambio integral sobre el cual no tenemos ninguna certidumbre, pero en el cual ciframos nuestras esperanzas, porque los gritos de los que están en el infierno no pueden dirigirse más que hacia el cielo.
No se gestan alternativas sin resistencia a la exclusión, la invisibilizacion y el silenciamiento normativo. El espíritu rebelde explora y se aproxima a lo alternativo constituyéndolo; en su propia vivencia, que no es sino convivencia festiva, propicia el nucleamiento de personas en espacios subterráneos que generan la satisfacción del reconocimiento mutuo.
Tanto la persona como el nosotros reaparecen en una nueva dimensión colectiva; la convivencia comunitaria se resignifica resignificando su cotidianidad. Las comunidades son ahora colectivos y estos, más que espacios y momentos de encuentro casual grato, constituyen lugares de aceptación de las diferencias y satisfacción vivencial, de aquí que en ellos, la resistencia adquiera la forma de pasión orgullosa, pues aquí el esfuerzo de uno constituye un esfuerzo de todos. “El trabajo del individuo para satisfacer sus necesidades es tanto la satisfacción de las necesidades de los otros como de las suyas tropiezos, y sólo alcanza la satisfacción de sus propias necesidades por el trabajo de nosotros.”
El sujeto desemboca así en productor de nuevas prácticas y expectativas colectivas y contra normativas, sin embargo, la alternatividad que constituye da lugar a un rango normatividades excluyentes entre los diversos colectivos. La grosera experiencia de ser víctima de exclusión y reducción simbólica no ha logrado que el ser humano concluya que sólo en la unidad de lo diverso habita lo humano. Solo en la sinergia que logre producir la confluencia de múltiples voluntades, la exclusión y denigración simbólica del ser humano desaparece, y no simplemente se soporta o se disimula. La reconfiguración identitaria que se cogestiona dentro de los distintos colectivos como modos de ser y pensar particulares, no pretende una nueva forma de sociabilidad tolerante, sólo evadir la invisibilizacion y la negación simbólica subsistente. No se aspira a desplazar los significados existentes con nuevas formas de ser, pensar y actuar que resulten prerrogativa de todo ser humano, sino solamente lograr el encuentro de los diferenciados en recónditos antros de simulación. Es terrible la dialéctica aparencial de quien, creyéndose libre, esta esclavizado por los mismos prejuicios que lo silenciaban.
La resignificación no crea nuevas realidades, sino valoraciones, redefine los impactos, las cotidianidades, en síntesis, las posibilidades valorativas del mundo. La multiplicidad de experiencias que constituyen nuestra cotidianidad, se enriquece con el encuentro y reconocimiento de lo diverso, su contenido más humano y por ello más bello.
En conclusión, desde lo que puede entreverse en el momento actual de dispersión de esfuerzos e iniciativas, un mundo resignificado es diversificado, pues el espacio y tiempo se colonizan con las valoraciones e interpretaciones y relaciones de quienes lo habitan. Las relaciones sociales se fragmentan como una nueva forma de unidad, obligándonos a pasar entre ellos transcognitivamente, o bien, simplemente, intentar disimularlas entre el alcohol, la soledad y la pornografía.

Hermann Güendel
San José
Diciembre 2010


Bibliografía
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Trias, Eugenio, Los límites del mundo, Ariel, España, 1987.

Dialéctica de la identidad en el capitalismo neoliberal colapsado.

Mph. Hermann Güendel

Resumen:
En este ensayo realizo una exploración de la configuración de las identidades humanas a partir de sentidos superestructurales específicos, considerando las particularidades del momento de crisis integral por el que atraviesa el capitalismo neoliberal colapsado, surgiendo desde esto una alternativa que se configura hoy como un proceso de resignificación

Abstract

Palabras clave
Identidad, sentidos, capitalismo

Kay words


La sociedad capitalista ha entrado en un periodo de aguda crisis que mas que económica resulta integral. Este periodo evidencia como ninguno antes que la solución a los conflictos que enfrenta el ser humano dentro de esta crisis solo tendrán una salida alternativa si se la piensa fuera de la visión de mundo y de la lógica deshumanizante del mercado, que se ha impuesto al espíritu humano para envilecerlo. Ante lo que le resulta decadente, el espíritu humano proclama su derecho de crear un nuevo horizonte de identidad. Hoy esto solo es posible fuera del capitalismo, pues dentro de él no hay ya una alternativa posible.
La conciencia despierta en un mundo no le ofrece ya satisfacción, posicionándose en rebeldía frente a una realidad histórica que ahora percibe como agotada. La rebeldía es un acto de osadía propio solo de aquellos que se atreven a ser libres. El ser humano solo asume su libertad cuando logra imponer su voz sobre la de quien fuese su antiguo amo, solo al lograr callar la voz de su pasado la conciencia comprende que “los derechos no se piden, se exigen, no se dan se arrebatan.” Cuando el espíritu humano desarrolla discurso crea su identidad.


1. La crisis del capitalismo y el sentido de ser.
Las crisis económicas de los Estados Unidos tienen históricamente una repercusión que se prolonga desde y hasta por cinco años sobre América latina, y si bien hoy podemos suponer, según lo proponen los especialistas, un efecto económico en algunos casos menor, es su inevitable impacto sobre la identidad del ser humano en la sociedad capitalista lo que resulta más importante. Debe esperarse que esta coyuntura de crisis tenga un profundo efecto sobre los sentidos de ser o identidades que existen y son comprensibles solo dentro de la sociedad capitalista en la medida en que estos se desmoronen, progresivamente, ante los ojos de miles de seres humanos que los asumieron al encontrar en ellos satisfacción. Este efecto se traduciría, como vivencia específica, en una orfandad de significados y realizaciones personales que terminaría destruyendo las identidades constituidas, y sin identidad nadie puede existir. Sin significado la existencia se vacía de valor, la importancia de ser se desvanece en la penumbra de no poseer identidad. Nadie puede apegarse a una existencia que carece de vida, y sólo puede llamarse vida a una existencia que posea significado. Poseer significado significa poseer identidad, pues asumimos alguna identidad para ser significativos para otros como parte de una comunidad, grupo, o clase reconocible.
Nuestras identidades son sentidos de ser vigentes en la región del mundo en que habitamos. Y si bien nadie crea en sentido estricto su identidad, la asume y enriquece según el brillo de su inteligencia…el hombre inteligente se distingue por ser diferente en la igualdad, no por ser indiferente a ella.
No se es algo en ausencia de otros, sino en comunidad con otros, en la mirada que despertamos en ellos se refleja el valor que poseemos para nosotros mismos; en la ausencia de otros intentamos sustituir la falta de su de compañía ¿Quién al estar sólo no ha recurrido a algo que disimule la soledad?
El mundo es la creación más elaborada del hombre, es la realidad humanizada al grado de hacerla habitable y significativa, o sea poseedora de sentido. Nuestro mundo está compuesto solo por aquello que tiene sentido, y con ello, donde los sentidos de ser que nos resultan vigentes poseen un significado comprensible para cualquiera que tenga la capacidad suficiente de forjarse una vida.
El problema de fondo, que ha sido generado por la avaricia especulativa de los grandes capitalistas y sus juegos transnacionales, consiste en una desarticulación del mundo que simultáneamente desarticula los sentidos de ser que existen dentro de él, con ello se impide la configuración de un horizonte esperanzador que permita al ser humano subsistir, pues nadie puede tolerar existir mucho tiempo sin esperanzas. Lo peor en el escenario actual de crisis capitalista es que no hay capacidad de favorecer la reconfiguración esperanzadora de un sentido de ser específico, porque cualquier alternatividad posible fue inhabilitada desde el discurso del fin del socialismo europeo.
En su colapso las diversas formas que posee el sentido de ser o identidad en la sociedad capitalista perderán su significado, no por la emergencia de un nuevo rango de identidades posibles, sino porque esas identidades vigentes se tornan incomprensibles. Así, ser algo no permitirá al individuo percibirse como un sujeto específico, sin su identidad se convertirá en un anónimo que deambula deprimido por una realidad que no le importa…como si fuera humo negro de ciudad que poco a poco se desvanece y solo sobrevive como grosera contaminación.

2. El retorno a una frágil certeza
Todos los seres humanos en algún momento de la historia somos o bien simples espectadores, o bien protagonistas; y si tal vez la caprichosa fortuna no nos coloque siempre en la posición de ser protagonistas significativos de la historia, si al menos nos permite ser espectadores de sus grandes momentos.
Hoy, en el verdadero inicio de la decadencia del capitalismo, la sociedad civil costarricense se escinde irreconciliablemente en dos regiones de conductas y valoraciones. Una de ellas es la que se abre a sí misma a la búsqueda de nuevos sentidos y, la otra, la que se encierra en sí misma guiada por la repugnancia a nuevos sentidos de ser que se crean en la sociedad, aforrándose desesperadamente a viejas definiciones sin vigencia. En nombre de la libertad unos cuantos esclavizan su dignidad. Es más bien esclavo el que pensándose libre está encadenado a la intolerancia, que aquel que encadenado por la intolerancia reclama respeto por su diversidad.
Se constituye así un macabro espectáculo de máscaras que pretenden ser rostros humanos, nos enfrentamos a una escisión de sentidos de la que la sociedad costarricense nunca se recuperará, pues se profundiza a cada momento hasta el punto de ser irreparable.
Es por esto que en el acto final del espectáculo, la intolerancia se enseñorea de libertad, legitimando la segregación de lo humano por medio de agruparlo en diversidades, en lugar de consolidar la unidad de diversidades al agruparlas en lo humano.
Con ello, mutis mutandis, nuestra conciencia y dignidad se ven desvirtuadas al impedirnos aceptar plenamente nuestro ser en la comunidad de las diferencias, pues solo somos capaces de dignificarnos por ser comunidad, no por ser individuos dentro de una sociedad.
La tolerancia deja de constituir un imperativo moral que nos permite sobrellevar la convivencia con los otros, progresivamente se vuelve ficticia y su capacidad de generar en nuestra alma disimulo se disuelve, dándose así lugar a formas diversas de violencia estructural dentro de relaciones civiles cotidianas, como la discriminación por razones sexuales, étnicas, generacionales, la xenofobia y el racismo.
Cuando los discursos de privatización y la eficiencia impuestos por el actor político-económico neoliberal redujeron al ser humano a un simple “homo oecomicus” cuyo sentido de ser radicaba solo en poseer competencias, la diversidad se volvió secundaria frente a la productividad. Las identidades particulares resultaron tan solo accesorias y como tales disimulables, no sin cierto grado de irónica y tolerante jocosidad. El disimulo no conlleva una aceptación, sino un desprecio que se prefiere ocultar.
En este momento la región superestructural de coherencia pierde la prioridad política de aglutinar a los hombres en torno a un sentido nacional de ser dentro del cual el sujeto forje su identidad como ser humano, como consecuencia la sociedad civil se dispersa en miles de sentidos fragmentados y de conductas amorfas irreconciliables; pero disimulables.
Las certezas y coherencias, es decir, toda la solidez del mundo, desaparecen así de nuestra conciencia, la realidad histórica ha muerto. Sin ellas los seres humanos quedamos reducidos a vivir la orfandad de sentidos.
Carente de solidez, no hay nada en la realidad histórica que nos comprometa a preservarla, pues no hay nada en ella que nos haga sentirnos orgullosos de algo, nada puede generarnos una pulsión en nuestra voluntad, no hay algo que nos sea significativo. Sin la voluntad del ser humano nada puede mantener su existencia.
El desconcierto de ser en una realidad histórica agotada obliga al espíritu humano a reinventarse lo hace por una ruta totalmente inesperada. Regresando sobre sus propios pasos el espíritu humano encierra su vida en un retorno a aquello en lo que confía conserve aún la fuerza suficiente para permitirle sobrevivir en su existencia. El sentido de ser del costarricense se reorganiza hoy lanzándose a un período de reencuentro con la vocación hacia lo divino bajo la ruta de la institucionalizada religiosidad oficial, resurgida como única alternativa a la disolución de lo histórico.
Al no alcanzar un sentido el espíritu humano busca un refugio, pretendiendo encontrarlo en formas de pensar y actuar que hoy resultan tan frágiles que no pueden satisfacer nuestras necesidades de certeza, pese a haber creado a lo largo de siglos un propio régimen de validez. El costarricense vuelve hoy al corral del pastor en el momento en que el pastor ha abandonado el corral. La capacidad de convocatoria de la Iglesia católica resurge con tal fuerza que sólo la desesperación del espíritu humano la puede explicar.

3. Sentidos y superestructuras.
Las superestructuras son las regiones de sentido de la realidad histórica. No sólo dan un marco único de coherencia entre lo político y civil bajo la forma de comportamiento cívico-cultural; sino que además dan un régimen sólido de certeza a los sentidos y valoraciones a la conducta individual que se asignan institucionalmente a la multiplicidad de los seres humanos.
La región superestructural atraviesa la existencia concreta del ser humano, la constituye y la delimita; toda conducta humana es superestructural por prosaica o sublime que pretendamos que esta sea.
Surgidas como una artificialidad administrativa ejercida sobre la existencia y la conciencia humana, las superestructuras sostienen la reducción del ejercicio del poder político, represivo y consensual, a un sector administrativo específico de funcionarios, y la separación de lo humano en distintas dimensiones de ejercicio y sentido, específicas cada una por sus alcances y posibilidades.
La sociedad política surge de la enajenación del poder que arrebatado al ser humano se le impone en su espíritu y la conducta, es la sociedad reducida a ser administrada, mientras que la sociedad política es la elevada la función administrativa, dos realidades históricas constituidas por los mismos seres humanos.
Dentro de estas dos realidades artificiales, el ejercicio del poder político se constituye desde una relación compleja de represión y el consenso entremezclados en un juego de prioridades cambiantes según las situaciones que la administración de la sociedad y la conducta del ser humano demuestren necesitar para mantener un régimen estable de gobernabilidad .
Esta reducción a lo administrativo transforma el poder en institución y discurso , la represión que es su manifestación primera, pasa ahora a ser secundaria y contingente; pero no por ello inexistente, sino más bien elevada a un rango distinto por el cual antes de aplastar al hombre se configura su conciencia, es decir se le asignan sentidos.
La ideología más que envenenar la inteligencia, constituye para ella un marco conceptual de valoración y acción de la conducta humana, de modo tal que el sujeto dentro de la realidad histórica tenga un criterio sólido de coherencia conductual e identidad política que lo compromete con su “nacionalidad”. Tanto como no hay realidad histórica sin el ser humano, no hay coherencia social sin el compromiso de la conciencia humana.
Las superestructuras “no son más reales en la región de la sociedad política que lo que son en la región de la sociedad civil” ; constituidas por medio de la configuración intencional la sociedad política y civil son funcionalmente coherentes para la constitución de un bloque único de identidad, pues es por medio de ellas que se configura y consolidad un perfil de sociabilidad humana en el que induce al individuo a conductas institucionalizadas, de un modo tan efectivo que no se requiere que se le censure; sino que se censura para “no provocarse vergüenza al verse a sí mismo en su intimidad” .
A partir de las superestructuras dentro de la sociedad civil se constituyen sentidos conductuales, privados y públicos, en los cuales el sujeto concreto no sólo cobra identidad histórica, sino que además, acepta y reformula su libertad bajo la forma de sometimiento cívico, reduciendo su sentido de ser al rango de ser ciudadano. Si la libertad del ser humano sólo puede estar limitada por su dignidad, la libertad del ciudadano sólo puede existir limitada por la del ser humano.
Someterse a la limitación de lo institucionalizado y sus discursos, lleva al sujeto cívico-político, o ciudadano a una situación que, ya sea moral, intelectual, existencial o sexual, se vuelve insoportable desde su condición real ser humano, un contrasentido irreparable a no ser que esta sea validada por un sentido consolidado, las superestructuras constituyen y consolidan este sentido donde la coherencia funcional entre lo político y lo civil da un terreno sólido a la cotidianidad humana. Las identidades o sentidos de ser son artificialidades superestructurales.
El mal manejo de los discursos, sus alcances, así como de las instituciones que los respaldan provocan que la región superestructural pierda su capacidad de dar sentido, solo esto puede explicar que la sociedad civil se divida en regiones opuestas e irreconciliables de sentidos y conductas, que resultan, desde ambos lados, manifestación de la incoherencia del otro lado, produciéndose así una desarticulación superestructual.
Los sentidos de ser que se asignan las superestructuras no son afirmaciones, sino negaciones que han creado su propio régimen de validez, no deben ser formalmente cuestionables, esta es una particularidad del presente contexto socio-económico.
El espíritu humano confinado a los límites reducidos del sentido de ser superestructural solo debe pensar su dignidad dentro de los alcances valorativos y conductuales asignados superestructuralmente a ese sentido. Envilecidos por ello, nuestra expectativa de libertad desemboca en un dilema moral, el de no poder aceptar en lo publico lo que somos en lo privado.
Nuestra conciencia reclama entonces refugio, corre a los viejos sentidos pretendiéndolos aún sólidos pues se percibe a sí misma como perdiendo su dignidad. Sin embargo aquellos sentidos tradicionales de ser, con alcances determinados tanto morales, sexuales, espirituales, culturales y políticos, no tienen ya la solidez que se logra al ampararse en su propio régimen, no porque no se amparen en él, sino porque ese ha perdido su capacidad de aglutinar conciencias diversas entorno a un único sentido, su capacidad de crear consenso se ve limitada por la perdida de su identidad material histórica.
El dilema moral en el que la crisis del capitalismo ha concluido nos lleva a vaciar la existencia del placer de la vida, nos refugiamos con desesperada ingenuidad en identidades y credos, en el momento en que han perdido su fuerza, pues no son hoy sino viejas ilusiones. Su otrora certeza se desvanece dejando a la conciencia sin horizontes, y sin ellos no puede comprometerse consigo misma.
Así, el problema mas importante que ha emergido del escenario de crisis estructural capitalista es su efecto sobre los sentidos de ser o identidades particulares existentes dentro de esta sociedad.
Al distorsionarse esta, rápidamente tiende a hacer incomprensibles las identidades que se articularon como poseedores de significado dentro de ella, como consecuencia se coloca al ser humano en una situación dispersión de sentidos que no nos permite reorganizar esperanzadoramente nuestra existencia, se trata así de una desarticulación superestructural que tiende a agravar la situación material humana al restarle sentido asignable a la existencia concreta y situacional.
La desarticulación progresiva del capitalismo provoca que la región de las superestructuras se enrarezca en sentidos incoherentes, produciendo una diversificación de los significados que se asignan a los sentidos existentes, por ello es que hoy ni la responsabilidad, la libertad, la felicidad significan lo mismo que hace unos años.
Al producirse una desarticulación superestructural la conciencia se pervierte a tal grado que la posibilidad de gestar un rango mínimo de coherencia entre lo conductual y lo intelectual se torna imposible, con ello la realidad histórica no se logra como región comprensible, pues es en el ámbito coherencia conductual e intelectual donde el sujeto cobra conciencia de su identidad.
El ser humano no puede comprometerse con una realidad si esta se torna incompresible. La antigua realidad histórica, tan segura como comprensible, sin alternativas que la rivalicen, ha muerto, la crisis del capitalismo se extiende con rapidez mas allá de lo económico.
Transformada la realidad histórica en realidad social, el sometimiento a una configuración intencional por medio del ejercicio de relaciones de poder e rompe, lo social se diversifica entonces en regiones civiles contrapuestas de sentidos de ser o identidades específicas.
Hoy las identidades se dispersan en significados fragmentados, provocando que la cohesión social configurada superestructuralmente por medio de inducción conductas institucionalizadas, desaparezca, así los valores que dignifican al ser humano se hacen imposibles.
Las fronteras de delimitacion estricta de vicios y virtudes se volatilizan, los imperativos morales se tornan frágiles, la responsabilidad no es ya una exigencia personal; sino una exigencia de otros que ha de ser vehemente, o de lo contrario el individuo se refugia en la impostura de un simple: “no me acuerdo haber dicho eso”.
En la dialéctica actual de la historia, el efecto desarticulador de la crisis sobre el individuo potencia la desarticulación de la sociedad, la crisis estructural se transforma en superestructural y se visibiliza como institucional, volviéndose entonces crisis integral de la sociedad capitalista.
La institución no puede institucionalizar la conciencia, la conducta se torna incoherente y finalmente pervierte al individuo que conductualmente articula su existencia dentro de una practica indiferenciadora de vicios y virtudes, el ser humano renuncia entonces a la planificación de su futuro para vivir tan solo el presente, la felicidad se torna situacional y transitoria, pues es incapaz de reconocerse como satisfecho con la realidad que vive. La podredumbre del cadáver capitalista ha contaminado la dignidad del ser humano.

4. Sentidos y alternativas
En este momento la posibilidad de retomar, dentro de la sociedad capitalista y su ámbito de definiciones superestructurales de sentido, el poder de reconfigurar la vida ya es imposible, la lógica del capitalismo ha contaminado la conciencia con un discurso donde la necesidad material supera a los ideales, sin lograr entender que cuando un hombre encuentra en sus ideales el ámbito de su identidad, esos le resultan más necesarios que el dinero, la propiedad o el mercado, tanto que, para él, nada tendrá más fuerza que una idea por la que vale la pena entregar su vida.
Los sueños presentes de un futuro promisorio que solo pueden tener los hombres despiertos, no tienen la fuerza suficiente para agitar la conciencia y obligarla a crear nuevos sentidos que se consoliden como identidades que no necesitan de justificación para ser vividos.
Se impone la rebeldía más como un berrinche que como acto de sensatez, las alternativas de sentido en la sociedad capitalista actual son solo actitudes fruto de la sensibilidad hacia la época, no de una crítica contra la sociedad que provocaba esa época. Por su origen, los diversos sentidos alternativos de ser, desde los emos hasta los góticos, que existen en la sociedad capitalista actual son tan solo modos de ser que no pueden ser consolidados.
Como efecto de la dialéctica vivencial generada por la crisis integral de la sociedad capitalista, aquellos que se atreven a asumir su vida se condenan a renunciar a ella en favor de la existencia, su espíritu tiende a refugiarse, fracasado, en la tradición.
¿Qué pasará cuando su validez desaparezca crudamente ante los ojos de aquellos que aún tienen la esperanza de encontrar refugio en esos antiguos sentidos?
¿Habrá acaso un nuevo periodo de experimentación? Me declaro derrotado por el pesimismo, ni tan siquiera capaz de soñarlo. Una experimentación con nuevos sentidos ser, lejos de crear una identidad consolidable, solo logrará crear un conjunto de actitudes que requerirán de justificaciones para sustentar modos de actuar y valorar, nunca un sentido de ser que se sustentara en sí mismo, solo alcanzarán a ser pseudo- identidades imposturales.
Estas imposturas al no poder consolidarse de modo estricto, perderán su carácter de alternativa y se reducirán solo a un subterfugio de simulación.
Así, al final, el esfuerzo humano de crear nuevos sentidos mas que reorganizar el ser social, solo pone en evidencia la insuficiencia de los sentidos superestructurales tradicionales para abordar la emergencia de diversas regiones de actuar y pensar del ser humano, invisibilizadas a lo largo de los años por la moral, la política, la cultura y la religión, pero poseedoras de presencia por ser profundamente humanas.
Estas formas de ser emergen por descuido en el manejo político de la conciencia y la conducta en una época que es por sí misma conflictiva .
El despertar rebelde de una conciencia que se abre a las alternativas cae en desesperación, la crisis del capitalismo se transforma en crisis de incertidumbre sobre la existencia, lo nuevo ya no es alternativo, y lo alternativo ya no es por si mismo revolucionario, lo revolucionario es ahora lo que logre su consolidación como sentido de ser en lo social.
Ningún nuevo sentido tiene la fuerza suficiente para ser consolidado, ninguna posibilidad logra ser un sentido que no requiera de justificación alguna para existir.
La desarticulación progresiva del capitalismo ha afectado el régimen de certezas en el que se apoyaba el sentido superestructural tradicional del ser social, este régimen pierde así su capacidad de constituir consenso, y por ello capacidad de consolidar nuevos sentidos.
No hay alternatividad posible que renueve la esperanza de vivir, pues lo alternativo para ser significativo debe recorrer la ruta de lo superestructural para consolidarse.
Todo sentido alternativo de ser al que la conciencia pueda aventurarse a crear como salida a la crisis integral del capitalismo se enfrenta a su incapacidad superestructual de configurar consenso, en este escenario el espíritu se enfrenta derrotado a la incertidumbre, pues la esperanza de lo alternativo hace tiempo dejó de existir.
En el momento más absurdo de su existencia la conciencia se da cuenta de que su búsqueda de dignidad en el capitalismo la deforma y por fin la esfuma al no concretar un horizonte.
Si la dignificación propuesta no se concreta en dignidad cotidiana solo se logra enfrentar al ser humano a una absoluta carencia de certezas que le impide aferrarse a un modo de existencia que carece de vida, el ser se reduce tan solo a un frágil modo impostural, tan frágil que requiere de justificación para poder ser vivido.
La crisis de sentidos en el capitalismo se traduce en disyuntiva vivencial, de un lado, o la conciencia reencuentra dentro del capitalismo un sentido de ser sólido (lo cual creo que e imposible) o, del otro, se apega al subterfugio de simular su alternativa impostural de ser está consolidada. En ambos casos concluirá en un vil engaño que solo la condenara a la desesperación y depresión, pues en el capitalismo no hay ya salida dignificadora al ser humano.
El ser humano no tiene ya ni la voluntad, ni la vocación para recrear su existir en el capitalismo, la sensibilidad que ha dejado atrás el fracaso del sentido de su existir deja el sin sabor de que no vale la pena intentar encontrar un camino para vivir, con su desarticulación el capitalismo desarticula las posibilidades de crear dentro de él esperanzas.
Lo posible no sostiene el valor de la vida, el ser humano no puede permanecer por siempre en disyuntiva, la realidad actual capitalista es una realidad de decepciones.
La necesidad de sentido lleva así al ser humano a refugiarse en lo antiguo, pero del viejo sentido de ser social que no afirmaba sino que negaba por la fuerza de su propio régimen de validez, sólo permanece el sentido religioso tradicional católico. La Iglesia católica se encuentra así con una renovada capacidad de convocatoria no por mérito propio, sino por necesidad del ser humano.
Una iglesia que no tiene la capacidad de abrirse a afirmaciones de la diversificación de lo humano, pero si tiene la capacidad de reafirmar sus negaciones, lleva a la existencia al riesgo de enfrentar toda la diversidad humana visibilizada a una recensura con fuerza ampliada, el derecho a sexualidad placentera, a la redefinición de la familia, de la vida, de la compañía, y de la identidad quedarían eliminados.

5. La creación del socialismo como nuevo sentido de ser.
En el contexto de crisis integral del capitalismo solo el tema ético-político de la dignificación del ser humano constituye una alternativa de sentido comprensible frente a la desarticulación que las identidades han sufrido como efecto de ella. Lo ético no resuelve la crisis de capitalismo, sino que plantea una reivindicación integral alternativa como solución a la degradación del valor del ser humano y su identidad.
En la condición de homo oeconomicus, a la que lo ha reducido el capitalismo, la persona solo resulta ser perceptible como portadora de imágenes, no como sujeto significativo; por el contrario en la alternatividad, el ser humano es significador de realidades y significativo dentro de ellas, es un creador de mundos que en el encuentro con otros, al momento de hacer de lo real un lugar habitable para todos, cambia su alma al cambiar su realidad, se enaltece su singularidad al entenderla como significativa dentro de la colectividad co-gestora de significados.
En un contexto donde las identidades superestructurales han muerto, dejando a los hombres en orfandad de sentidos, solo la reasignación de significados y su consolidación como nueva región de realidad compuesto tan solo por lo que tiene sentido, yo le llamo el mundo, logra abrirle al ser humano la posibilidad de volver a ser alguien.
El fin de una época ha dado lugar al surgimiento de una nueva, la crisis integral del capitalismo ha precipitado la creación de un nueva realidad histórica; en esta, que ha de ser la del humanismo absoluto de la historia, la constitución de un nuevo tipo de mundo convierte al ser humano en actor fundamental, centro y sujeto configurante de la nueva realidad histórica, que al ser de este modo integralmente dignificadora, resulta ser alternativa al capitalismo…socialista.
El socialismo surge como propuesta de colectivos que se materializa a través actividad de grupos, su consolidación solo es posible si la sociedad civil se convierte en un sujeto histórico colectivo compuesto por múltiples actores políticos guiados por una utopía común, coherentizadora y encauzadora de la voluntad y la pasión humana. No se pude hacer política sin pasión, ni lograr metas sin voluntad.
El socialismo llego a América Latina por sus puertos, se trató en principio de un discurso que formaba parte de una identidad de inmigrantes que rápidamente dio lugar a identificación de seres humanos, así desde su aparición el ideario socialista crea en América latina un contexto de dignificación que es hoy más comprensible y necesario que nunca, pues nuestra realidad requiere centralizar lo social en torno a la dignificación del ser humano y en eso es lo que consiste el socialismo. El socialismo es una alternativa moral elevada a rango de política, donde la voluntad y la conciencia del sujeto dan lugar a una voluntad consciente de dignificación.
No se construye como resultado de múltiples experimentos, sino como resultado de los aciertos del espíritu humano que lo son precisamente porque su alternatividad surge del reconocimiento de la insuficiencia integral de su presente y la necesidad humana de cambiarlo.
Pero, en el caso de América no existirá nunca un único horizonte de sociedad socialista, sino tantos posibles como necesidades de dignificación se presenten para el ser humano concreto dentro de cada realidad nacional. Una Latinoamérica socialista, estará constituida por múltiples socialismos, cada uno constitutivo de una alternativa histórica reivindicatoria de identidades, géneros, culturas y ecosistemas, que en común tendrán su abierta oposición a los mecanismos deshumanizantes del capitalismo.

6. El inicio por el final
El problema mas importante que ha emergido del escenario de crisis económica es su efecto sobre los sentidos de ser o identidades particulares que existen dentro de la sociedad capitalista; progresivamente estos se tornan incomprensibles al no poderse encontrar satisfacción en ellos, y al lado de esto se presenta la incapacidad de favorecer la reconfiguración esperanzadora de un sentido específico, porque tanto las posibilidades de alternatividad fueron deshabilitadas desde los años 90, como hoy la posibilidades de consolidación superestructural de alternativas son nulas.
Sin identidad el ser humano no es más que un alguien que en el anonimato deambula deprimido por una realidad que no le importa. No se es algo en ausencia de otros, sino en la comunidad con ellos; en la mirada que despertamos en los otros, se refleja el valor que poseemos para nosotros mismos.
Hoy una experimentación con nuevos sentidos de ser, pese a la riqueza de posibilidades que favorece, solo puede aspirar a abrir modos de ser, nunca identidades sólidas. Una identidad sólida esta constituida por un rango de conductas diferenciables que no requieren de justificación porque se sostienen en sí mismas; por ello es que solo puede referirse a cualquier sentidos alternativos de ser como proto-identidad, la que al no consolidarse perderá su alcance innovador reduciéndose solo a subterfugios de simulación de consolidaciones inalcanzadas. Lo alternativo no es por si mismas si revolucionario, lo revolucionario es su consolidación.
El esfuerzo humano de crear nuevas identidades solo puso en evidencia la insuficiencia de los sentidos de ser tradicionales para abordar la emergencia de la diversidad de lo humano, con ello toda identidad posible se reduce a un modo de existencia que requiere de justificación. En la sociedad capitalista al perderse la capacidad de constituir consenso se pierde la capacidad de consolidar nuevos sentidos de ser.
Como consecuencia de ello nos encontramos ante la necesidad de encontrar un sentido sólido de ser en el momento donde las identidades vigentes se vuelven incomprensibles, una situación de dispersión en la cual las proto-identidades alternativas, no nos permiten reorganizar esperanzadoramente nuestra existencia por constituir tan solo subterfugios de simulación que, como vil autoengaño, condenan al ser humano a la desesperación y depresión.
La diversidad humana se verá obligada a volver a clóset del que en realidad nunca salió, tan solo simuló salir. “El destino guía al que lo acepta, al que no lo arrastra” .
Hoy solo puede hablarse de dignificación del ser humano dentro del capitalismo desde un discurso que reubica la vida fuera de él, los viejos fantasma vuelven a hacerse carne y con mayor fuerza aun, pues a la utopía le ha llegado su momento. El final de la historia se transforma en el inicio de una época, se ha iniciado la época del humanismo absoluto de la historia.

7. Sujeto, individuo y, colectividad.

Durante siglos el imaginario capitalista, tan liberal como cristiano, ha provocado continua presencia en nuestra conciencia de una imagen pervertida de lo que seria el verdadero valor del ser humano como sujeto; extrayéndolo de una comunidad identitaria se ha visto nuestra conciencia acostumbrada a tratar de modo irreflexivo a la identidad del sujeto como individualidad.
La identidad alternativiza el miedo a la burda existencia, miedo que se origina en el vacío de una existencia que carece de vida, o sea de satisfacción permanente. Lo extraordinario es que la posibilidad de crearnos una vida sólo es posible en el contacto con los otros, la comunidad es el ámbito de realización del sujeto y con ello de comprensión de la identidad.
La identidad vale como medio para ser algo ante otros, ese ser algo nos saca del anonimato transformándonos en alguien que establece condiciones de contacto; la identidad se configura para entrar en una comunidad como un sujeto y se entra en ella para evitar la soledad que tarde o temprano nos aterroriza.
Frente a ello, la individualidad es una singularidad pervertida, su significado carece de referencia a la permanente situación de relación con otros dentro de la que existimos, así pues no es comprensible como una identidad efectiva, pues la identidad efectiva sólo comprensible como relacional o comunitaria. Sin embargo, en el marco de crisis integral del capitalismo, no es ya mas en la simple comunidad estructurada o sea poseedora de un régimen de sentidos definido, sino en la colectividad donde la vida readquiere sentido y el sujeto recrea su identidad.
Una colectividad es una comunidad que crea sentidos, es por ello una “comunidad” diferenciada o sea cogestora de identidades. Esto significa que dentro de una comunidad no estructurada o recientemente visibilizada, ya sea de genero, clase o, preferencia sexual, se configura un nuevo régimen superestructural identitario que es asumido de un modo sintético por la inteligencia de un sujeto que adquiere su significado como singularidad en relación con los otros dentro de esa colectividad.
Así, la identidad es el fruto de la inteligencia de aquellos que son capaces de crearse una vida; no surge de la excentricidad, sino de la capacidad de sintetizar alternativas de sentido posible en un modo consolidado de ser, reconocible como tal, dentro de la colectividad significadora a la que se pertenece.
Esta identidad esta constituida por sentidos de ser específicos que en su conjunto, coherente o no, configuran una región superestructural donde la diversidad se reconoce como realidad humana comprensible.
Entonces, la identidad que se estructura dentro de la colectividad es comprensible dentro de ella de un modo coherente con las posibilidades de sentido que ofrece realizar en la cotidianidad de las relaciones íntimas y filiales que contraemos los sujetos. Por ello es que esa identidad comprensible dentro de una colectividad resulta incomprensible para otra, o bien para los sujetos de una comunidad estructurada desde el régimen tradicional de significados o sentidos de ser. En el mas risible de los casos, es de esperar que sea incomprensible para otra colectividad estructurante que es igualmente incomprendida, a final esto es lo que de modo sencillo observamos en la mordaz ironía a la que someten jóvenes de una comunidad específica a los de otra, bien de los “hombres” de la comunidad heterosexual a los de la colectividad gay.
En realidad en el amanecer de una nueva época, la del humanismo absoluto de la historia, la utopía es más posible que la realidad histórica constituida.

8. Colectividad y resignificación del sujeto.
El ocaso de una época da lugar al amanecer de otra nueva. Tras décadas de neoliberalismo se levanta, en la historia, la reivindicación de la dignidad humana que había sido enturbiada por el efecto integral que aquella ideología tuvo sobre la diversidad de conductas, regiones e instituciones sociales fundamentales.
En el seno de una crisis profunda de la sociedad capitalista neoliberal, las regiones superestructurales e institucionales fundamentales se han debilitado al no contar ahora con la misma capacidad de convocatoria que tuvieron en otro momento, no porque hayan perdido su función, sino su significado. No representan por ello un ejercicio de poder capaz de convocar y apasionar el espíritu humano. Como si se tratara de un efecto en cadena, las comunidades tradicionales configuradas dentro de ese régimen superestructural-institucional pierden su eficacia material, pues la convivencia dentro de ellas se sostenía en sentidos superestructurales mas que vivenciales.
Cuando la región superestructural identitaria se debilita y desarticula, las comunidades estructuradas dentro de ese escenario, que fue aparencialmente sólido, entran en crisis, ya que se anula materialmente la posibilidad de comprender el sentido de la convivencia y del sujeto dentro de ellas. La identidad se torna así incomprensible, disolviendo la significación del sujeto dentro de la cual adquirió sentido como ser humano. El hombre se divorcia de la comunidad desmotivándose de los asuntos que se presentan dentro de ella.
A través de la irrupción de esa ausencia de voluntad humana, se potencia la imposibilidad de que las comunidades estructuradas constituyan espacios de dignificación de la vida, reduciéndose a reductos de simulación donde sobrevivir es solo existir, entonces aquel que era sujeto se consume en la amargura de encontrase vaciado de identidad. Sin comunidad identitaria, las comunidades físicas se vuelven desiertos poblados por anónimos deambulantes que se perciben sólo como criaturas amenazantes; en ese momento, el que era alguien reconocible se transforma en un anónimo, que sin más opción se encierra en la prisión de su casa, escapando de ella solo por medio del alcohol y la pornografía. Su existencia se pervierte ahora con soledad.
Cada vez con más osadía los seres humanos, antes invisibilizados, se reivindican recobrándose como sujetos y, con la fuerza de aquel que se atreve a ser libre, se atreven a soñar el sueño de los hombres despiertos; la conciencia se despoja de ataduras, se forja ideales y utopías, se apasiona y se hace voluntad de dignificación.
En el amanecer de una nueva época, el ser humano reconstruye su vida en la colectividad, ya que encuentra en ella un espacio alternativo de convivencia que, a través de sentidos vivenciales, es capaz de permitirle configurar una nueva identidad satisfactoria por ser significativa dentro de un nuevo ámbito de aceptación de su diversidad. El que fue reducido a “algo”, demostrándose a sí mismo poseedor de la inteligencia suficiente para forjarse una vida, retoma su dignidad como sujeto configurando su reivindicación a través de la cogestión de sentidos.
Hoy solo en la colectividad la vida readquiere sentido y el sujeto recrea su identidad, pues solo dentro de ella la diversidad humana resiste su negación tradicional, dignificándose al visibilizarse, el ser humano regresa a lo social como un sujeto.
La reorganización de la identidad significativa se da entonces dentro de un rango de relaciones de cogestión, en las que la individualidad emergida de la institucionalidad capitalista desaparece, dando lugar a un nuevo escenario de relaciones intimas y filiales en las que nuestra participación no se estructura egocéntricamente…al fin la convivencia es el ámbito de comprensión de la identidad y realización del sujeto.
9. Colectividad y descentralización.

Una nueva época de la historia se ha iniciado con la reivindicación integral de la dignidad humana. Las regiones superestructurales e institucionales fundamentales de la sociedad capitalista se han debilitado, no cuentan con la misma capacidad de convocatoria que tuvieron en otro momento, no porque hayan perdido su función, sino su significado. Ya no son capaces de convocar y apasionar el espíritu humano.
Cuando la región superestructural se desarticula, las comunidades estructuradas dentro de ese escenario entran en crisis, pues no nos es posible comprender el sentido de convivir en ellas. Sin comunidad identitaria, la comunidad física se vuelve un desierto poblado por anónimos.
La crisis integral del capitalismo ha reducido el mundo a realidad de incertidumbres. Dentro de ella solo aquel que posee la inteligencia suficiente para forjarse una vida retoma su dignidad a través de la cogestión de sentidos en una colectividad. Recreando la identidad la vida readquiere sentido.
En la convivencia dentro de la colectividad se redimensionan las posibilidades de significación del sujeto, pues la relación con otros se constituye en ámbito de realización y comprensión de la diversidad. Desde las ruinas de la sobrevivencia se abre paso la posibilidad de la vida.
La riqueza de la realidad esta en presentar alcances inesperados, al reconfigurarse la identidad por medio de esa cogestión se descentralizan las relaciones generales de socialización, ya que estas se mantienen vigentes por medio de centralizaciones de la conciencia y la voluntad entorno a definiciones superestructurales de sentido, que resultan ahora estar siendo alternativizadas.
Se descentralizan entonces las definiciones o sentidos de ser, no por desaparición de superestructuras; sino por su desplazamiento resultado de la emergencia de prácticas de diversidad visibilizada. La realidad no es mas una región homogénea, sino una diversidad de regiones relacionables, la ontología del mundo y del ser humano han cambiando, tanto como la moral y la forma de participar políticamente de la sociedad. Nos dirigimos a la configuración integral de un nuevo tipo de sociedad, la utopia se ha hecho más posible que la realidad histórica constituida.
Hoy por hoy tiene sentido pensar en una sociedad que mantenga la productividad capitalista superando las distorsiones humanas generadas por asimetrías en la posesión de capital, la distribución de bienes y la destrucción del medio ambiente.
En la época del humanismo absoluto de la historia, los híbridos económico-políticos son realizables por ser compresibles para la conciencia y la voluntad de dignificación humana. El mercado puede regularse por restricciones ético-políticas elevadas a marcos jurídicos, el ser humano puede ser colocado en el centro del crecimiento económico y el bienestar material integral. La alternativa socialista adquiere un nuevo contenido.
Nos encontramos ante la reconstitución de la sociedad civil, compuesta ya no por un sujeto cívico específico, sino por diversidad de sujetos histórico-políticos poseedores de multiplicidad de intereses e iniciativas que ejercen presión política regulativa; pero descentralizada.
Hoy la utopia socialista de centralizar lo social entorno al ser humano es materializable por medio de una descentralización del ejercicio de relaciones de convivencia e identidad, nos movemos hacia una regulación descentralizada de la sociedad, capaz de promover la dignificación humana.
Lo social pasa entonces a estar constituido por multiplicidad de espacios de significación real del sujeto; no hay ya posibilidades de que el capitalismo mantenga vigentes sus mecanismos de exclusión e invisibilización denigrante.
La historia se abre a una abundancia de posibilidades conductuales que no requieren consolidación superestructural, pues son parte estructural de espacios de convivencia social descentralizada, se trata de formas de vivir que crean su propia valoración, y no de valoraciones que crean su propia forma de sobrevivir. Ya nada puede enturbiar la vida de los que tenemos la osadía de ser libres, diferentes..utopistas.
Universidad Nacional de Costa Rica,
Heredia. 2009

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